Hace pocos días falleció Tina, una italiana, quién junto a su marido ya desaparecido, crearon La Spaghettoteca, un local gastronómico caracterizado por la elaboración de excelentes pastas artesanales hechas a mano. Rosangela, la hija de ambos, quedó al frente del negocio con la intención de mantener la tradición en la elaboración de recetas italianas. “Ya no tengo a nadie aquí, pero el restaurante es como mi hermano”, nos dice ella y nos cuenta la historia del local que marcó eso… historia.
La Spaghettoteda nació en 1987, en San Martín esquina Austria. Allí lo conocimos y probamos una estupenda e inigualable versión del espagueti alioli. Amos Gandelli y Tina Reiti, lo llevaban adelante junto con sus hijas, entonces quinceañeras: María Silvia y Rosangela. En el 1980 habían llegado de Buenos Aires y como Amos era especialista en helados, abrió una heladería que se llamaba Shake, sobre la avenida España.
Tina abandonó su profesión de modista de alta costura y se dedicó a ejercer su otra pasión que era la cocina. Y en la heladería ofrecía platos como lasaña, ravioles y otros tipos de pasta. Los Scavone, que vivían cerca del lugar y eran clientes asiduos incentivaron a Tina para que abra un local para ofrecer sus pastas. “Le pidió plata prestada a una amiga. Nos íbamos en colectivo a Ciudad del Este para comprar los cubiertos y ella como era modista hizo toda la mantelería”, nos cuenta Rosangela.
Le vaticinaron que se iba a “fundir”, entre otras cosas porque servían la pasta en el plato con la salsa en medio y el comensal tenía que mezclar, siguiendo la tradición italiana. Además, servían la pasta “al dente” y muchos decían que estaba cruda. En aquella época el restaurante “La piccola góndola” ubicada en una de las esquinas de la Plaza Italia, era su competencia. Lo cierto es que Tina devolvió en un mes el dinero que había prestado.
“Se trabajaba como loco. No dormía esa mujer cerrábamos a las 12 y se acostaba a la una y a las cinco de la mañana se levantaba para amasar. Hasta ahora amasamos a mano, la pasta se come amasada a mano, estamos amasando todo como ella quiso”, recuerda. El restaurante se impuso y fue -sigue siendo- un referente en materia de pastas al estilo italiano. En algún momento, de eso ya hace años, se mudó a Bruselas casi San Martín, frente al local del bingo Candilejas, donde hasta hoy sigue asentado.
En abril del 2015, un infarto le costó la vida a Amos Gandelli, quién era la imagen de Spaghettoteca, que quedó a cargo de Tina y Rosangela, porque María Silvia, la otra hija, a los 22 años viajó a Italia, donde terminó sus estudios, se enamoró, se casó y tuvo una hija. Y es su residencia actual. Rosangela, a sus 51 años, es soltera y sin hijos. “Me casé con el negocio, dejé la facultad y me puse a trabajar de llenó con papá y mamá. El restaurante es como mi hermano”, expresa.
Tina era siciliana y aprendió cocina gracias a la tradición familiar. “Allá había que cocinar en casa, si o si pastas caseras. Es lo típico, se cocina entre todos. Con la abuela, mamá era la hija mayor y yo aprendí de ellas. Con esa tradición nosotros vinimos de Italia”, sigue contando Rosangela. Y agrega que Tina era de carácter fuerte y muy independiente. Esa actitud fue la que le llevó a comprar -sin consultar con la familia- la pizzería Dal Buongustaio, que pertenecía a unos italianos, que estaba ubicado sobre Mariscal López y RC Mongelos, cerca de la Municipalidad de Asunción.
Después de la muerte de su marido, Tina, decidió independizarse y se fue a vivir sola en el inmueble donde estaba la pizzería. “Todos los días, a las cinco de la mañana, nos íbamos al Abasto para hacer las compras del día”. Tina en la pizzería y Rosangela en la Spaghettoteca. “Era una sargenta cuando venía, dos o tres veces en la semana y los domingos. Controlaba la heladera, fiscalizaba las salsas y las pastas, hasta que llegó la pandemia”, rememora nuestra entrevistada.
Tina abría su pizzería todas las noches, menos los lunes. Lo hizo hasta sus 88 años. El 16 de abril del año pasado, se cayó en la escalera de su casa y tuvo doble fractura de cadera. Estuvo inmóvil en el suelo durante cinco horas, porque como vivía sola, nadie sabía de su accidente y no podía contestar los llamados de su hija. Cuando esta llegó recién pudieron auxiliarla y el accidente complicó su estado de salud.
Durante su recuperación sufrió dos ACV que terminaron por llevarla de esta vida, el pasado 4 de julio. Su hija María Silvia tuvo tiempo de venir de Italia para despedirla. Y para insistirle a Rosangela que los parientes que tiene en Italia le pedían que regrese al lugar que la vio nacer. “Soy una mujer afortunada porque tengo a gente maravillosa a mi lado. Somos tres, Mabel, Eduardo y yo”, dice de sus principales colaboradores. Y mis amigos no me dejan sola, y me ayudaron cuando estaba muy mal”, dice finalmente.
La Spaghettoteca está de luto – El Omnivoro