El papá hace de cocinero, la mamá atiende a la clientela, la hija mayor cuida las redes sociales y la comunicación, y el hijo menor se encarga de la caja. Hace tres años comenzaron con una modesta pizzería invirtiendo los pocos ahorros que tenían y lograron salir a flote. Hasta aquí una típica historia de proyecto gastronómico impulsado por el cariño familiar. Pero la cocina guardaba otros secretitos que queremos transmitir.
Peter viajaba constantemente al interior por motivos laborales. Su esposa Sonia, trabaja en un laboratorio médico, los hijos quedaban en la casa. Era una historia de permanente desencuentro. Hasta que hace tres años decidieron poner fin a esta situación. Encararon un negocio propio para mantener unida a la familia y en donde todos sus miembros estuvieran involucrados. Así nació en Luque, la pizzería Margherita. Hicieron un negocio redondo, tuvieron éxito con la pizzería y en la familia se ven todos los días.
La Pizzería Margherita está ubicada sobre la avenida Capitán Valois Rivarola, que es la ciclovía de Luque, a la altura del km. 12,5 de la ruta General Aquino, frente al supermercado Los Jardines, a unos 400 metros del Hotel Bourbon. Está ubicado en un amplio predio arbolado, con una antigua pero coqueta construcción tipo colonial con corredor yere. El local es bastante sencillo, modesto pero pulcro, lejos de la parafernalia modernosa de los actuales locales gastronómicos.
Tiene amplio espacio para estacionamiento, áreas al aire libre con mesas y sillas plegables tipo director de cine y un sector climatizado que adaptaron en dos ambientes de la antigua casa en donde se puede apreciar que se hizo un esfuerzo aficionado para la ambientación. Nos llamaba la atención que los fines de semana el lugar siempre estaba concurrido. Había allí algún atractivo más y nos picó la curiosidad.
Después del relevamiento físico revisamos la carta y las 25 opciones de pizza que tenían revelaban que esta era la especialidad de la casa por más que en el título del menú decía Ristorante Pizza y Pasta. Pedimos una Margherite, la receta napolitana de donde sacaron el nombre del local. La pizza, cuando menos, era inobjetable. La masa, nos explicaron luego, se estira en el momento. La salsa se elabora con tomates peritas italianos y el resto es cuidar la calidad de los ingredientes y el punto de cocción. Estuvo más que aceptable.
Quisimos profundizar después solicitando un calzon (calzone) que es como una pizza pero cerrada, como si fuera una empanada grande. En este caso era como gigante. La misma sensación gastronómica. Un producto bien elaborado, donde descollaba otra vez la masa (era la misma que usan para la pizza) y una calificación que iba de bueno para arriba. Nos adentramos un poco más en la carta y nos sorprendió que ofrecieran risotto. Un plato sencillo pero que requiere de buena elaboración. Muchos restaurantes huyen de él porque exige no menos de 15 a 20 minutos de atención permanente de parte del cocinero. No iba con un local de comida rápida.
Al atacar el risotto, los primeros bocados ya nos advirtieron que era el producto de unas manos expertas. Estaba en su punto, cremoso, con la textura que el arroz requiere y un sabor perfecto. Un plato que podía estar en la mesa de cualquier restaurante de alta gama. Con el postre pasó lo mismo. Nadie resiste a un volcán de chocolate pero mucho menos cuando el bizcochuelo está bien esponjoso y la salsa caliente de chocolate amargo baña la bocha de helado creando una exacta combinación de textura, sabor y temperatura. Todo esto era algo así como demasiada cocina para tan sencillo local. Ameritaba una conversación con el cocinero.
Peter, en realidad es Pedro Morel Pineda, 49 años, luqueño, egresado de la primera promoción del IGA (2009) donde tuvo como profesores a los chefs Bruno Peroni (Celcon), Máximo Paladino (asesor gastronómico), Diego Montes (Hotel Bourbon) y otros. Terminado sus estudios, iba al IGA para ayudar en la cátedra a sus profesores, y de esa manera mataba el tiempo antes de ir a buscar a su señora que estudiaba en una universidad cercana. Así consolidó sus conocimientos y en cuanto hubo una vacancia fue contratado como profesor. Llegó a ser encargado de las filiales de Ciudad del Este y Encarnación.
Pero también trabajó en restaurantes y fue jefe de cocina del desaparecido Piegari. En ese carácter, viajó a especializarse a Buenos Aires en donde se hizo experto en cocina italiana, fundamentalmente en la producción de pastas. Justamente, con este concepto montó de cero un restaurante en Capitán Miranda (Itapúa) que fue algo así como su prueba de fuego para lanzarse al mercado con un negocio propio.
Margherita cumplió recientemente tres años de existencia. Estuvo inicialmente sobre la calle Mariscal López, detrás del club Balderrama. La idea inicial fue un pequeño bistro. “Con solo seis mesas, teníamos con manteles, copas y vajillería fina. Pero la gente tenía miedo para entrar pensaba que iba a ser muy caro. Sacamos los manteles y todo lo demás, dejábamos la mesa pelada y cuando entraban los clientes allí recién poníamos los manteles”, recuerda Peter.
Llegaron a formar una buena clientela pero la falta de espacio para estacionar obligó a buscar otro local y encontraron en el que están actualmente. Allí hay espacio para 100 vehículos. Atienden de lunes a lunes solo por la noche. No tienen servicio de delivery porque no pueden garantizar como llegará el producto, pero normalmente los clientes hacen sus pedidos y pasan a retirar. Pero no venden solamente pizzas, calzones o risottos. También hacen bifes, hamburguesas y milanesas, sobre todo las napolitanas.
Los precios son muy moderados. “No queremos exagerar por más que vendemos calidad. Van a variar si es que me mudo a Asunción pero mientras tanto buscamos que la gente pueda pagar, que el cliente vuelva, repita, que venga dos veces a la semana o tres veces al mes”.
¿Qué crees que le falta a tu negocio?
Nuestro sueño era tener un negocio propio y vivir de él. Cumplimos ese sueño, somos felices de tener un negocio que nació de nosotros y sigue creciendo. Necesitamos tener un local propio, equiparnos mejor, con tecnología de punta y otros servicios. Pero hoy día estamos bien como estamos. Un servicio sencillo y que guste la comida más que el lugar o el ambiente. Y que el día de mañana, ojalá que mis hijos se encarguen de él.