Un personaje de tales características ameritaba una presentación formal en sociedad, con presencia de la prensa e invitados especiales. Nuestro personaje tiene una cédula de identidad que lo cataloga como vino de la Bodega Navarro Correas, Selección del Enólogo, Gran Assamblage, Crianza en barricas de roble francés durante 18 meses, Partida Única, Cosecha 2015, Mendoza, Argentina.
Somos de los que adhieren a la idea de que la mayor parte de la razón del vino está en acompañar a las comidas. Una cena con mollejas, ravioles de cordero y ojo de bife son platos que aportan intensos sabores, que a gritos piden que venga alguien a limpiar el paladar, no en un servicio de aseo, sino como complemento ideal para hacer perdurar las sensaciones, en fin, algo así como una especie de bálsamo.
Solo así se puede comprender cabalmente los atributos de nuestro vino. Era una mezcla de Malbec (80%) y Cabernet Sauvignon (20%) un blend. Seleccionaron meticulosamente las uvas de parcelas cultivadas en el Valle de Uco, en Mendoza. Tan cuidadosamente, porque en el 2015 nos cuentan que las condiciones climatológicas no fueron del todo buenas como se hubiera deseado. Pero se trataba de una Selección del Enólogo y el resultado tenía que estar a la altura de las otras experiencias de la bodega.
Encontramos un rasgo especial. Este vino es producto de una co-fermentación. Es decir, los mostos del Malbec y el Cabernet Sauvignon se pusieron a fermentar juntos en un mismo barril. Lo habitual es hacerlo por separado. Pero de esta forma, desde el inicio, se consigue la amalgama deseada con lo cual el producto adquiere una complejidad y variedad aromática singular. Y tuvo una crianza en barrica de roble francés, durante 18 meses, lo que le da un gran potencial de guarda.
Conocida la original propuesta de las cepas elegidas y con un proceso enológico diferente cabía saber ahora, como en la práctica (en la boca) se comportaba el vino. De entrada, sabiendo el tiempo que pasó en las barricas de roble, podemos decir que este factor no influyó para queel vino tuviera un ligero sabor afrutado, pero en esencia se trataba de un vino seco. En la boca se sentía como si tuviera gran cuerpo pero de talante sedoso.
En el campo de los aromas recurrimos a las referencias dadas por el presentador. «De gran complejidad aromática», dijo. Se refirió a los aromas a frutas rojas maduras, pimienta negra, locotes rojos cocido que se trataron de conjugar con el menú elegido. «Pero también podría maridarse con pescados de río como el surubí», destacando su versatilidad. Hablando mal y pronto un vino que da para meditar, pero no mucho porque es muy apacible en el paladar y se deja tomar fácilmente, sobre todo si es acicateado por esa lluvia de proteínas que disfrutamos en la cena.
La cena protagonizada por las mollejas al verdeo con papitas noissete, en la entrada y con ravioles de cordero con salsa de tres tomates, y un ojo de bife cubierto con queso y morrones asados, vegetales brillados al romero y chimichurri, en los principales. Más el postre que fue un marquise de chocolate amargo con coulis de frutos rojos. Como se ve una contundente propuesta de calorías que en nada se compadecía de las tendencias veganas o saludables que dominan hoy en día.
Nada que objetar de los platos. Todos los sabores en su justa medida y realizados con el profesionalismo que denota una gran experiencia en la cocina. Pero eran solo los teloneros, los partenaires de quién sería el protagonista de la noche. Escogidos especialmente porque la intensidad que tenían, debían conjugarse y servir de cama para un acompañante de igual categoría, con un rasgo en común: una delicada contundencia.
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