La crisis del coronavirus vino a modificar todo nuestro sistema de vida. La población, autoridades, empresas y particulares deben adecuarse a las nuevas condiciones de convivencia. Las medidas sanitarias causan profundos cambios económicos. Y en ese ambiente las unidades productivas deben adaptarse y sobre todo reinventarse. Los restaurantes incluídos.
Decía Oliver Gayet, presidente de la ARPY que los cines y los restaurntes fueron los primeros en sentir las consecuencias de las medidas impuestas para tratar de contener la epidemia de coronavirus. Muchos locales gastronómicos no podrán sobrevivir si la situación se prolonga y no reciben algún tipo de asistencia por parte del Estado. Nueve de cada 10 locales gastronómicos ya no tienen ingresos. Nueve de cada 10 locales no tendrá liquidez para cubrir sueldos, según las consignas que están divulgando en las redes sociales.
No están obligados a cerrar pero las recomendaciones para el aislamiento social obligan a cerrar voluntariamente ya que, salvo excepciones, casi no tienen clientes que concurran a sus locales por más que cumplan con el protocolo de salud establecido para estos casos. Ante esa situación, la mayoría incentivó el uso del delivery o de take out para quienes no cuentan con ese servicio.
De esa manera se adaptaron rápidamente a las nuevas circunstancias del mercado y muchos siguen trabajando puertas adentro para atender sus pedidos de delivery. No se sabe cuánto va a durar esta situación en las que nos encontramos. Y hasta este momento se desconocen las medidas de una posible ley de emergencia económica para ayudar a las unidades productivas, entre ellas, los bares y restaurantes. Y las que surjan serán solamente paliativos, ayudas para estirar hacia adelante.
Mientras tanto y mientras dure la crisis creada por el coronavirus, habrá que, no sólo adaptarse sino reinventarse o morir. Muchas personas todavía van a tener que recurrir a los locales gastronómicos para alimentarse, sea por necesidad o por gusto. Y habrá que encontrar nuevas fórmulas y mecanismos para llegar a los clientes.
No bastará con llevar la comida a sus casas. Habrá que apelar a otros argumentos como,por ejemplo, una oferta en el precio. Hemos visto como un conocido restaurante de alta gama (Talleyrand) ofrece a sus clientes su menú habitual con el 20% de descuento, a través del delivery. Y hablando de descuento, este momento sería propicio para buscar alianzas y acuerdos con los bancos emisores de tarjetas de créditos para obtener mayores descuentos aun y facilidades de pago en cuotas con dichos medios.
Hay un cierto margen para jugar con el tema de los precios. Si los restaurantes no pueden abrir o les conviene mas trabajar puertas adentro, existen algunos gastos que se van a omitir como por ejemplo, luz, agua, limpieza de salón, cobro de cubiertos, aire acondicionado, servicio, lavado de manteles, etc, y deberían hacer una reingeniería de costos para ofrecer precios mas convenientes.
Los restaurnates de alta gama argumentan que ellos no solo brindan un plato de comida sino una experiencia gastronómica. Es decir que uno disfruta una serie de sensaciones donde influyen la ambientación y decoración, el mobiliario y la vajillería, la música, la iluminación y el servicio. Sumado a esto la parte culinaria, se obtiene dicha experiencia. Hoy día, eso por obvias razones ya no se puede brindar al cliente. Por lo tanto, es razonable que el gasto que implica esa experiencia se descuente ahora en el precio final del producto.
Habrá quienes elaboran un menú especial con un precio atractivo (Yacyreta) y muchos tendrán que incursionar en un campo que no le es habitual. Y así se tendrá que ir sorteando la enorme dificultad que supone lidiar con el coronavirus para hacer que los bares y restaurantes sigan activando en el convencimiento de que es vital la conservación de los puestos de trabajo. Salvo que las circunstancias del caso nos lleven a restricciones aun mayores. Dios no lo quiera.