El Bodegón da un brillo nuevo al centro

7 febrero, 2020
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Calle Palma entre Nuestra Señora e Independencia Nacional, 21:30 horas, de un día hábil cualquiera de la semana. Gente haciendo cola, esperando ingresar al restaurante El Bodegón. Algo que le viene muy bien al alícaido centro de la ciudad.

Pocas veces en Asunción uno puede ver clientes esperando afuera de un restaurante porque adentro ya no hay lugar. El hecho llama la atención sobre todo porque los tiempos no son muy propicios para los locales gastronómicos. Por eso, es muy alentador que un sitio como El Bodegón llene la casa y la vereda. Y aliente a un sector que necesita de un permanente y constante apoyo del público.

Eran las 19:20 cuando pasamos por Palma entre Independencia Nacional y Nuestra Señora de la Asunción,  frente al local del restaurante El Bodegón había un grupo de personas esperando el horario de apertura del mismo. Cuando después de hacer nuestros quehaceres en el centro de la ciudad, volvimos a pasar por el mismo lugar había más gente esperando para ingresar. Pero el local ya lucía lleno de bote en bote.

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El salón del restaurnate está colmado de clientes. Los 130 espacios que tiene de capacidad están copados. Afuera la gente espera que se produzca algún espacio vacío.

Cuando ingresamos para investigar nos percatamos que dentro no había lugar ni para poner un pie. Grupos de cuatro, grupos de seis, grupos de amigos, familias enteras y algunas parejas copaban todas las mesas disponibles. Ni parado te podías servir algo de beber y mucho menos para comer.

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El atractivo es la «milanezota» que sirven en El Bodegón.

Las milanesas desfilaban en las bandejas de los mozos y en las mesas de los clientes. Afuera seguía la fila de personas esperando que se desocupe alguna mesa para poder ingresar. Había que tener un poco de paciencia y sobre todo ganas de comer milanesa. Claro que no se trataba de una milanesa cualquiera, sino de una milanesa campeona y campeona nada menos que en Buenos Aires, donde podríamos decir que se afinca en el Reino de la Milanesa. Lo más importante es que se trata de una “milanezota”, algunas incluso son XXL.Esa historia ya es conocida, pero siguiendo este link podrías revivirla. Christian Franco, un humilde trabajador paraguayo tuvo un gran éxito en Buenos Aires con su restaurante El Antojo sobre todo después de ganar el campeonato de milanesas de la capital porteña.  Franco siempre postea en su página de Facebook fotos de su restaurante donde se ve gente en la acera esperando turno para entrar, casi todas las noches.

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Muchos para no esperar afuera, se agolpan en la entrada aguardando ser atendidos. El local no se rige por el sistema de reservas sino por el orden de llegada.

Christian, tras el éxito logrado en Argentina, no solo tuvo el deseo de habilitar un restaurante en su país sino que además quería que tuviera el mismo éxito que logró en Buenos Aires. La imagen de las personas esperando afuera de El Bodegón en Asunción nos recuerdan las de El Antojo en Buenos Aires. Lo único que le falta es ganar también un campeonato de milanesas en nuestra ciudad. Pero seguro que el compatriota ya habrá visto su sueño hecho realidad.

La imagen de un restaurante lleno hasta el tope y con gente aguardando afuera para entrar no es muy común observar en nuestra ciudad. Sobre todo considerando que el momento económico que vive la gastronomía en general no es el más auspicioso. Por eso, ese espectáculo no solo es novedoso sino también alentador porque es como un soplo de optimismo para el alicaído sector.  El centro de la ciudad también recibe una cuota de apoyo a la revitalización que necesita.

El Bodegón tiene capacidad para unas 130 personas en su salón. En la lista de espera  había unas 40 personas. El local no se rige por reservas previas sino por orden de llegada. Eran aproximadamente las 22:00 cuando nos retiramos del lugar sin éxito, sin que la amistad y el conocimiento que tenemos con los responsables hicieran posible que nos crearan tan solo un huequito para disfrutar de la milanesa con rodajas de tomate, panceta, jamón, queso y cebolla caramelizada, que teníamos metido en la cabeza. Otra vez será.

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