Le gustó cocinar desde siempre, por hobby. Lo hacía en su hogar para la familia y a veces para los amigos. Tenía el bichito de la gastronomía metido en la cabeza. Y a los 50 años decidió sacárselo. Estudió cocina y comenzó haciendo paellas para los demás, para quién se lo pidiera. Pero su sueño era tener un lugar establecido donde pudiera servir a los clientes y deleitarles con sus habilidades. Quince años después tuvo esa oportunidad. Esta es la historia de Gato y los frutos de mar.
Il Gatto frutti di mari, está ubicado en Concejal Vargas casi Lillo. Comenzó a funcionar el pasado 18 de noviembre. “Yo no le llamo restaurante, yo le llamo la casita”, se adelanta a decirnos Federico. Tiene todo lo que precisa un restaurante, pero es lo que se denomina restaurante a puertas cerradas, sólo atienden a las personas que realizan una reserva previa. Ni siquiera tiene un cartel que lo identifique. La oferta consiste en platos de pescados, mariscos y frutos del mar, exclusivamente.
El lugar es un chalet mínimo, reacondicionado. Pero en su interior cambia el panorama. La simplicidad del exterior se convierte en un único ambiente bastante acogedor. Carente de unidad decorativa pero se puede advertir una mano que fue colocando con acierto mesas, sillas, muebles, espejos y recuerdos de familia que hace sentir a uno como en casa. Apenas hay lugares para unas 30 personas, dispuestos en espacios colectivos, sin mesas individuales.
La oferta gastronómica también es mínima. Siete platos de entrada, nueve platos de fondo. Pero Federico puede hacer las variaciones que los clientes sugieran. “Cocinamos todo lo que sea mariscos. No al estilo peruano, ecuatoriano o chileno, sino que es cocina de autor”, aclara. Y si bien sólo se dedica a los pescados de mar admite que pueden cocinar surubí. Su especialidad es la paella, pero también echa mano a la copa de mariscos, ensaladas de mariscos, la moqueca de camarones y demás. “No me encasillo. Me dijeron ya que mi salmón es muy rico”, dice orgullosamente.
Los platos no son muy elaborados pero son delicados. Los productos no tienen muchas intervenciones ni condimentos que opaquen el sabor real del ingrediente principal. Es una comida fresca y deliciosa, en porciones normales aunque si uno va al fondo sin la entrada puede quedar un poco insatisfecho. Podemos dar fe de los camarones a la provenzal, de los anillos de calamar en tempura y de la merluza con salsa de frutos de mar y brócoli y de los medallones de salmón en salsa de gambas.
Otro detalle mínimo es la carta de vinos. Ninguna etiqueta que esté emparentada con los niveles de alta gama. Blancos, tintos, rosados y espumantes cumplidores que no pasan de los 80 mil guaraníes. Esto nos lleva a mencionar que los precios en general son más que aceptables y muy competitivos sobre todo si consideramos que en el rubro mariscos y frutos del mar, todos le agregan un plus por el preconcepto de que son importadores y necesariamente caros. Los postres pasamos por alto pero nos detendremos en una gentileza de la casa: el limoncello.
Un licor elaborado artesanalmente por Federico que nos produjo la agradable sorpresa de probar una bebida equilibrada, en aroma y sabor, sin la sensación de ardor que naturalmente produce la caña paraguaya. Preguntamos cuál era el secreto y Federico nos comenta que era el limón que utilizaba. Un limón argentino proveniente de la provincia de Tucumán, cuya variedad desconocemos pero se trata de una fruta grande de color amarillo verdoso y que en punta tiene la forma de un pezón. Habitualmente no llega esa fruta a nuestro país y ni siquiera se consigue en Clorinda. Se exportaba casi totalmente a los Estados Unidos, pero justamente en estos días Donald Trump prohibió su importación para desventura de los productores argentinos y quizás para ventura del limoncello de Federico.
UN POCO DE HISTORIA
Federico Cazal, tiene 66 años, está casado con Marta Melgarejo, con quien tiene cuatro hijos. Una de ellas se encuentra viviendo en el extranjero, otro es odontólogo, el tercero es arquitecto y la otra hija es psicóloga. Es un empresario de la construcción que sigue activando en el rubro mientras que la gastronomía constituye para él una actividad supletoria. “Era como un deber para mí, un sueño que tenía que cumplir, una deuda pendiente”, comenta.
“La historia cortita es que desde hace tiempo me gusta la cocina. Comencé a cocinar paella para los amigos y esto fue creciendo de boca en boca, hacía delivery. Después me hice de un equipo y a partir de 20 personas me iba a cocinar a casa de la gente. Hacía una preparación básica, el precocido de los mariscos y terminaba en las casas de los clientes. Yo quería estudiar cocina pero no lo podía hacer porque mi hija estaba estudiando psicología y eso no me permitía utilizar las horas de la noche para asistir al curso. Lo pospuse varios años y cuando ella terminó sus estudios, me inscribí en el EFAES”.
“Yo empecé cuando los mariscos venían enlatados. Tenían un costo accesible y venían generalmente en aceite. Yo los lavaba y los preparaba para quitarles el gusto fuerte. Después los conseguía en el Mercado Cuatro, había un chino que los traía. Ahora hay muchos proveedores yo uso los que trae una casa que consigue mariscos y frutos de mar españoles. Desde hace un año, estos productos subieron de precio pero todavía son accesibles. Se puede hacer un buen plato con ellos. No muy caro y delicioso”.
“Hace unos cuatro años puse un local chico que adapté para hacer paella. Se llamaba El Almacén de don Gato” pero tuve que cerrar. El lugar fue concebido para ir a retirar la comida pero después mis amigos querían ir a comer allí y como era muy chico no tenía sanitarios ni las comodidades necesarias. Se cerró eso y quedó pendiente hacer esto. Más que ganar plata quería darme el gusto de hacer buena comida para la gente y atender como a mí me gusta que me atiendan”.
“Yo siempre estaba entre que hacía o no hacía este emprendimiento. Me faltaba un empujón. Y un día, mi hijo arquitecto que vive acá al lado me dijo: Papá ya tengo para tu local y no hubo otra cosa que decirle. Primero sacaron todo el revoque, echaron paredes integraron los ambientes y luego vinos lo que íbamos a necesitar para la cocina y finalmente se entró en la parte decorativa. La cocina no es grande, pero lo suficiente para lo que yo necesito. Tengo cuatro hornallas, tres quemadores y con eso es suficiente para la cantidad de gente que atiendo”.
Federico se encarga personalmente de la cocina, tiene un ayudante y un mozo. Su hijo que vive al lado, siempre está por el local, su hija la psicóloga viene a ayudar cuando hay muchos clientes. No abandonó los eventos y de vez en cuando concurre a domicilios particulares para preparar paellas. El horario de atención es de 11:00 a 14:00 por la siesta y de 20:30 a 12:30, la última reserva, de martes a sábado. Los domingos atienden al mediodía.
¿Y LO DEL GATO?
Desde la época en que Federico asistía al colegio secundario recibió el apodo de Gato, de ahí que sus íntimos y amigos le conocen con ese sobrenombre. Y usó esa palabra para registrar la marca del local, pero como gato es un término genérico debía ir complementado con una palabra o una expresión y así surgió Il Gatto frutti di mari. Recordemos que en su anterior incursión gastronómica ya había apelado a El Almacén de Don Gato, para identificar a su puesto de paella.
¿Y LO DE FRUTTI DI MARI?
Eso también merece una explicación. Si bien Federico estaba familiarizado con los frutos del mar por su afición a la paella, su idea era la de hacer un restaurante abierto y con una amplia oferta de platos que incluyera también carnes de otros tipos y una línea culinaria diferente. Pero un asesor gastronómico que contrató le sugirió que se dedicara solamente a aquello que más conocía y así fue como optó por esa decisión.
“El marisco tiene la ventaja que se puede preparar. Le da a uno tiempo para jugar con el producto. Esa es una ventaja. Una entrada se puede sacar en 10 minutos y un plato de fondo en 15. A partir de un producto podes hacer la variación que quieras, por ejemplo, calamar relleno, calamar frito, aros de calamar, una salsa y agregarle un ingrediente, arroz o fideo, por eso me incline por este tema”.
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