Fue realmente una experiencia por partida doble. Disfrutar de las renombradas etiquetas de Vinos del Mundo de Distribuidora Gloria acompañando una cena en el Kitchen Lab, de la mano del sommelier Oliver Gayet y de los chefs André Magon y Sebastián Saavedra. El Kitchen Lab es actualmente una de las novedades gastronómicas del mercado local. Un sitio innovador que pretende proporcionar al comensal nuevas maneras de disfrutar, entre otras cosas de una buena cena.
El ambiente elegante y agradable se potencia aún más con esa especie de informalidad que lo caracteriza, en donde los maestros de ceremonia interactúan libremente con los comensales y éstos pueden apreciar todo el proceso creativo de la cocina e incluso participar en la presentación y decoración de los platos.
Los vinos degustados en la ocasión fueron todos de Vinos del Mundo una División de Distribuidora Gloria, empresa que es una de las que auspician el proyecto del Kitchen Lab. La cata estuvo guiada por Oliver Gayet y el diseño de los platos estuvo a cargo de Magon y Saavedra. De la misma participaron invitados especiales de Distribuidora Gloria, así como algunos representantes de los medios de comunicación.
LOS PASOS
De entrada sirvieron un salmón ahumado casero, con miel de murucuyá, jengibre y caviar. Fue acompañado con un vino espumante de Finca Las Moras, un blend de Viognier y Syrah, que fue elegido porque era un vino corpulento y cuyo carácter combinaba bastante bien con la intensidad de sabor del jamón ahumado. Oliver Gayet explicó que el citado espumante es elaborado con el método charmat, que es más económico lo que lo convierte en un producto con excelente relación de calidad y precio.
La experiencia continuó con un Fish and Chip, un clásico de la cocina inglesa. Preparado con filetes de tilapia apanados con esos cereales en copos que se consumen con el desayuno. Iba con porciones de una especie de tempura de batata y salsa tártara. Fue servido con un Beringer, un vino californiano, cuyo maridaje Oliver explicó de la siguiente manera:
«Cuando supe el menú no dude en elegir un chardonnay, porque el plato es graso, se come con los dedos y este vino es untuoso, cremoso y fresco. No quería que predomine el gusto cítrico de los otros blancos. Se trata de un vino agradable de tomar”, dijo y la experiencia de los presentes corroboró lo que había expresado.
El plato de fondo consistió en un risotto con hongos, magret de pato, confit de pato en salsa de malbec y un pate elaborado por la casa. Este plato vino acompañado con un tinto chileno, Coyan de Viñas Emiliana, un vino orgánico y biodinámico. Un blend de seis distintas cepas que dan al producto una compleja estructura que acompañaba muy bien la también compleja composición del plato.
“Un vino de categoría Premium” fue la primera descripción realizada por el sommelier. Un blend de las siguientes cepas: 39% Syrah, 32% Carmenere, 17% Merlot, 9% Cabernet Sauvignon, 2% Mourvedre y 1% Malbec. “Lo interesante es que las distintas variedades de uva pasaron 12 meses en barrica, lo que en primer lugar le da un gran potencial de guarda”. Un vino que puede ser consumido por aquellos que lo prefieren joven o por lo que consideran que el tiempo puede dotarle de mayor madurez y equilibrio.
A los postres ya llegamos un poco mareados y lo único que alcanzamos a distinguir es que estaba hecho en base a queso mascarpone sobre una base semi crocante y rociado con jalea de frutos rojos. El maridaje se realizó con el vino neozelandés Matua, un sauvignon blanc proveniente de una zona donde se producen las mejores uvas de esta cepa, en todo el mundo. Si bien se aconseja servirlo como aperitivo o con pescados y mariscos, Oliver no dudó en hacerlo acompañar con el postre, con excelentes resultados. En una noche, en dónde toda la experiencia fue de menor a mayor.