Las cenas maridajes suelen ser frugales. Muchos pasos, pequeñas porciones. Varias etiquetas medidas sobrias. Ha ocurrido más de una vez que uno al salir de algunas de ellas termina comiendo una hamburguesa o una empanada en el camino de regreso a casa. Ese es el modelo y no hay nada en contra de ello. Por eso resulta sorprendente que salgas de una de ellas bien comido y bien bebido.
Esa fue en síntesis, nuestra experiencia en una de las últimas cenas maridajes organizadas por Narciso Bistró y Cepas y Fogones. Sus cabezas, Eduardo Dios y José María Bruno tienen en común que son consumidores exigentes y pueden colocarse en la posición de los comensales por más que ocupan un puesto del otro lado del mostrador. Saben mucho, de lo que le gusta a la gente y sobre lo que hay que hacer para terminar de agradarlos.
Por eso, la cena no fue de aquellas en las que se busca sorprender al participante con algo muy original, llamativo o espectacular. Sino que la intención es tratar de lograr el máximo de satisfacción con recursos comunes pero de buen gusto. Los platos no fueron rebuscados ni mucho menos sino que simplemente tenían una combinación adecuada. Y de los vinos hay muy poco que hablar que no se haya dicho ya. Los vinos Rutini hablan por sí solos.
Una descripción pormenorizada del menú nos permitirá acercarnos más a lo que llevamos dicho. Así fue, que como Aperitivo sirvieron una Brocheta de queso Bree, con compota de cebolla mora y hojas de rúcula. Un plato con tres ingredientes de sabores diferentes bien marcados sobre un pan que hacía de base para una perfecta combinación. El protagonismo quedó a cargo del Rutini Sauvignon Blanc que acariciaba la boca con sus notas a hierbas aromáticas, frutos como manzana y durazno. El vino tiene tres meses de paso por barricas de roble de donde saca su leve toque a especias y vainilla.
Posteriormente, en la Entrada sirvieron un Apanado de mariscos con crema cítrica y verdeo, que ya daba una idea acerca de cómo de generosas venían las porciones. Asimismo, la periodicidad del servicio en las copas dependía más del tiempo en que el comensal apuraba su contenido, antes que de una rutina preestablecida. El vino elegido para acompañar el plato fue un Rutini Chardonnay, con 9 meses de crianza en cubas de roble 100% francés, de 1 año de uso. Muy frutado, aromas a piñas y bananas, dejando en el paladar una estela de vainilla.
El plato principal fue Ravioles elaborado con rellenos de hongos y con queso ricota al pomodoro e basilico. Un plato que no es común en la carta de los restaurantes pero que resultó en una buena elección por el relleno poco tradicional y con una salsa italiana adormecida por el colchón de ricota. Este paso ya anunciaba la presencia de un vino con más cuerpo.
El maridaje se realizó con un Rutini Cabernet Sauvignom-Malbec, un bivarietal, 50% Cabernet Sauvignon, 50% Malbec. Con 12 meses de crianza, 50% roble francés, nuevo; 50% roble americano, nuevo. La combinación de cepas da como resultado un tinto armonioso y equilibrado. Con notas de frutos rojos, especias, vainilla y chocolate. Paralelamente, íbamos por nuestra séptima u octava copa aprovechando la prodigalidad de los anfitriones.
A estas alturas nuestro apetito más que abierto, ya se estaba cerrando y la sed casi estaba ahogada. En esas condiciones nos llega el Plato de fondo: Cerdo a la naranja, puré de batatas y arándanos. Una generosa porción de un matambre de cerdo recubierto con una salsa de naranja, el puré y una pincelada de arándanos casi a manera decorativa sobre el fondo blanco del plato. La elección para el maridaje fue el Rutini Malbec, con 12 meses de crianza en cubas, 80% Roble Francés, nuevo; 20% Roble Americano, nuevo. “Los intensos aromas frutados se presentan entremezclados con otros propios de la crianza en roble nuevo (vainilla, ahumados, tostados)”, señalan las notas de cata. Y agregamos que en la boca deja la sensación de taninos suaves.
Finalmente con el Postre llegó una Mousse helado de coserevá que fue acompañado por el Apartado Chardonnay, un vino de corte 93% Chardonnay, 5% Semillón y 2% Pinot Grigio. Con 12 meses de crianza en barricas de roble francés. Sus aromas van desde las frutas tropicales hasta la vainilla y en la boca se confirman toda su diversa paleta aromática, untuoso y complejo. Una novedad que sea el acompañante del postre pero a estas alturas ya no estábamos tan claros como para hacer distinciones y sencillamente nos dejamos arrastrar por la sensación de que habíamos comido y bebido pantagruélicamente, sin que la calidad se dejara absorber por la abundancia.