En agosto iba a cumplir diez años de existencia. No pudo sobrellevar la crisis generada por la pandemia. Sus dueños cerraron la empresa, salen del rubro y a otra cosa mariposa. Pusieron a la venta las instalaciones, a un tercio del precio que pagaron. No la marca Hippie Chic pero no se niegan a ello. Se trata de un concepto de negocio gastronómico muy especial y es un ejemplo de emprendedurismo. Comenzó muy bajo y llegó muy alto.
Diego Velázquez, quien junto a su esposa Nathalia dieron la noticia a través de sus redes sociales, mencionando que todo se debía a causas de fuerza mayor. Ya en conversación con Diego nos explicaba que a fines del 2018 y comienzos del 2019 encararon las construcciones actuales del local. “Tomamos créditos bancarios que no se amortizaban en pocos años. Todo estaba bien calculado dentro del flujo de caja que teníamos”.
“Cuando vino la pandemia, dudamos entre cerrar el negocio porque no sabíamos cuánto iba durar la pandemia o apostar a que iba a haber una rápida recuperación. Decidimos refinanciar nuestras deudas a un año, a los 12 meses ya teníamos que pagar los intereses y nos dieron la opción de refinanciar de nuevo, pero capitalizando los intereses de dos años. Y allí las cuentas ya iban a ser impagables”, nos cuenta.
“Decidí utilizar mis ahorros personales para pagar las cuentas, no quería cargar con esa mochila y además nos daba un aire para respirar. El IPS nos dio la oportunidad de diferir el pago y tomamos un crédito para capital operativo del BNF. Pero cuando terminaron los periodos de gracia, comenzaron a caer todas las deudas como fichas de dominó y todo lo que debíamos ya no calzaba con nuestro flujo de caja. Lo único que podía ocurrir es generar más deudas y quebrar. Cerrar el boliche”.
“Hicimos un cierre total de la empresa, salimos del rubo. Estamos rematando los activos, estamos vendiendo la infraestructura para que alguien pueda seguir explotando un negocio gastronómico, pagando el alquiler del inmueble. No es la idea vender la marca, pero si alguien está interesado, no hay problemas. De hecho, ya recibimos propuestas por la infraestructura, pero no por la marca. Si no logramos vender de esa manera, lo haremos por partes, muebles, equipos de sonidos, a un tercio de lo que nos costó a nosotros”.
“Esto es como si desenchufaras a tu hijo. Nos costó mucho, es como si fuera un velorio. Hicimos todo como para que durara muchos años. Esa era la idea. Todos los cálculos y proyecciones que hicimos fueron acertados, el costo por año, lo único que no sabíamos era cuanto iba a durar la pandemia. No teníamos problema de clientela lo que pasó fue que se desplomó el ticket promedio. No pasa de 70.000 y antes era de 120.000. Antes cada uno se comía un lomito y ahora comparten una pizza entre cuatro. Hay menos poder adquisitivo”.
“En algún momento va a producirse un crecimiento compensatorio. Yo creo que el rubro no se va a recuperar en los próximos tres años, todo va a quedar deprimido hasta que se recupere la economía. Hay demasiada incertidumbre, sobrevino lo del Ómicron, la guerra en Ucrania sería necio que después de dos apuestas fallidas intente de nuevo. Nos queda un hermoso recuerdo, ahora voy a volver a darle pelota a la cría de ganados, que era lo que hacía antes”, finaliza el relato de Diego.
Hippie Chic, fue un gran protagonista de la gastronomía asuncena de los últimos años. Decíamos que es un ejemplo de emprendedurismo. Nació en un patio baldío, en el 2012, en la esquina de San Martín y Nuestra Señora del Carmen. A Diego le iba mal con el tema de la ganadería y decidió dedicarse a la gastronomía para aprovechar los tres años de cocina que estudió en el IGA. Alquiló un carrito y puso en el lugar. Vendía lomito de lomito con camarones y de postre Volcán de Chocolate. Pronto comenzó a llenarse de clientes, y como no había muebles, improvisaron con ladrillos apilados con almohadones para sentar a la gente. Después los amigos trajeron sillas que ya no usaban en sus casas. Y ahí a alguien se le ocurrió decir que el local parecía hippie pero que era chic.
Así fue como nació, luego al poco tiempo tuvieron que abandonar el inmueble y en el 2014 se ubicó en la esquina de la avenida España y Dr. Bestard, en otro predio baldío. Mejoró la infraestructura, y fueron de los primeros en utilizar materiales reciclables en los locales gastronómicos. Recurrieron a dos contenedores y a carpas. Tuvieron un progreso acelerado, gracias al favor del público, mejoraron sus instalaciones y se convirtió en poco tiempo, en un bar de playa. Comida al tono y música reggae. Soul food era su lema.
De nuevo tuvieron que abandonar esa locación y en el 2018 volvieron sobre la avenida San Martín esquina Agustín Barrios, muy cerca de donde habían comenzado. Diego y Nathalia decidieron encarar una infraestructura más sólida y duradera. Construyeron un local de dos plantas con esqueleto de hierro, equipado, ambientado y amoblado sin abandonar el estilo Hippie hicieron más hincapié en lo de Chic. Su fuerte eran las comidas rápidas, lomitos, hamburguesas, empanadas, picadas, pero tenían varios menús al plato. En los últimos tiempos también ofrecía comidas tradicionales, caldo de pescado, vori vori, marinera con arroz quesú, soyo con tortilla, asado a la olla, etc y algunos domingos preparaban asado. En ese lugar, le sorprendió la pandemia con el inesperado final que ya conocemos. Nos faltará un lugar donde encontrar una comida para el alma.