A sus treinta y tantos años, Claudia, decidió llevar adelante un emprendimiento personal en gastronomía. Dejó de lado su profesión de analista de sistemas y el negocio familiar de importación de prendas y habilitó un pequeño local, en Lambaré. Corría el año 1998, y no había una empresa así en la vecina ciudad. Hoy día tiene sucursales en las principales zonas gastronómicas de Asunción y su empresa es una de las más importantes del ramo.
Estamos hablando de Claudia Kent de Escobar, casada, 55 años, cuatro hijos, dos varones (un abogado y un ingeniero civil) y dos nenas (una administradora de empresas y la menor licenciada en marketing), tiene una nieta y otro está en camino. Y su negocio es nada menos Todo Rico, una de esas empresas ómnibus que abarca panadería, repostería, rotisería, restaurante y café.
Desde joven era muy emprendedora. Cuando se dio la oportunidad inicio una pequeña empresa unipersonal. Estaba ubicado en el corazón de Lambaré, sobre la avenida Primero de Marzo casi Cacique Lambaré, al costado de la Municipalidad, en una ubicación estratégica. “Vivimos en esa ciudad y queda cerca de nuestra casa”, dice Claudia para mayor justificación.
“Siempre me gustó la cocina. De chica aprendí a cocinar dulces con mi tía (Pilita Pederzani) y algo de salado con mi mamá. Mi especialidad eran los postres” recuerda haciendo alusión a las meriendas que preparaba para sus amigas de infancia. Cuando iba a empezar el negocio lo primero que hizo fue estudiar panadería con la profesora Rosa O´Hara. Luego se capacitó con la profesora Idalina Méndez. “Por años iba cinco días de la semana a tomar los cursos que ella dictaba”, rememora.
Al habilitarse el IGA, hizo allí la carrera de “chef”, se especializó en chocolatería con el profesor Bernardo Zelaya; en pastillaje con Aida de Huttemann; sushi en el IGA y también tiene formación en materia de helados. “Puedo decir que me ocupé de mi formación profesional en gastronomía y administración gastronómica de forma bastante completa”. Claro que puede decirlo. Más todavía cuando reconoce que lo más difícil que tuvieron que pasar en los primeros años, fue la falta de experiencia.
El pequeño negocio creció con el correr de los años. La unipersonal se convirtió en una sociedad con el marido y tuvieron que abandonar todas las actividades que llevaban en paralelo. “La verdad es que cuando empezamos nunca pensamos en expandirnos como estamos ahora, pero fueron muchos años de intenso trabajo con todo nuestro equipo de colaboradores que sin ellos hubiera sido imposible. El mayor desafío siempre son los recursos humanos. Cuesta mucho todavía encontrar gente preparada, comprometida y honesta, se consigue, pero es una lucha de todos los días”.
Del local inaugural de Lambaré, pasaron a tener un local sobre la avenida Brasilia, uno en el shopping Multiplaza, otro en Bartolomé de las Casas y Eusebio Ayala. Tiene tres locales de TR Café Cotidiano Bar, la marca premium del grupo, dos en el Shopping del Sol y uno en Mariscal López y San Martín. Proveen de alimentos preelaborados a varias cadenas y tiendas de conveniencia en Asunción y el Departamento Central. Tienen muchos planes a futuro, pero ahora están concentrados en terminar una nueva planta de producción que está en proceso. Cuando comenzaron tenían seis empleados y llegaron a contratar a 300 personas antes de la pandemia. Con la reestructuración que realizaron con motivo de la aparición del Covid 19, el plantel quedó en 200 personas, aproximadamente.
Como a todos, la pandemia les golpeó muy fuerte. “De un día para otro caímos al 30% de lo que era nuestra facturación. Fue muy duro todo eso y ya llevamos dos años de pandemia. Trabajamos intensamente en la reestructuración de la empresa para sobrellevara esta difícil situación. Aprovechamos para organizar aspectos de la empresa que en medio de la vorágine de todos los días nunca pudimos hacerlo. Optimizar cada detalle y cuidar cada centavo. Eso nos dejó de bueno la pandemia. Darnos cuenta de que había cosas que se podían hacer de manera diferente”. La entrevistada considera que hoy en día ya están saliendo de la pandemia y en algunos locales recuperaron el 100% de las ventas.
Si bien se iniciaron como un local que vendía comidas para llevar, sobre todo pastas, al poco tiempo ampliaron el local y colocaron mesas y sillas. Incorporaron a la carta la oferta de pizas, mas tarde helados, cafetería, jugos y sandwichería. Si bien la oferta de productos es muy amplia, lo salado siempre fue más importante que lo dulce. Le dieron mucho énfasis a la panadería, pero hoy día esta rama se utiliza para el propio consumo en la elaboración de diversos productos.
Claudia recuerda el éxito que tienen: la torta Ferrero, las rosquitas y medialunas de manteca, las empanadas de jamón y queso, los croissants de masa madre, los muffins de avena con manzana y banana. Ahora lanzaron también las pizzas de masa madre con buena aceptación.
Ella tuvo que abandonar totalmente hace años su carrera en informática, pero le fue de mucha utilidad. “Esa carrera te abre mucho la mente, estructura el pensamiento. Cuando contrato personal que tiene esa formación resulta muy útil la lógica matemática. Por otra parte, tenemos un sistema informático integrado, que está hecho a la medida porque en el mercado no encontramos nada que cumpla con nuestras expectativas sobre todo en materia de producción”, dijo finalmente.