Hay que democratizar el consumo del vino

11 octubre, 2018
Roger Sordé, médico español radicado en nuestro país, especialista en vinos. Y sobre todo contador de historias.

Roger Sordé, médico español radicado en nuestro país, especialista en vinos. Y sobre todo contador de historias.

La frase se nos quedó grabada durante un evento gastronómico en el que coincidimos. Roger Sordé Masip, un español radicado aquí y especialista en vinos, la pronunció con la idea de que su consumo debe ser más transversal en la población. No tiene que ser algo de pocos pero la tendencia a poner el acento en los vinos de alta gama aleja su consumo del resto de la población que no tiene acceso. Estas y otras historias conversamos con él con unas copas de por medio.

Para Sordé, el tema pasa por una cuestión de fomentar el consumo. Considera que debe ser regular y continuado. Y no tiene que ser algo de unos pocos. “Hay que consumir vinos correctos de lunes a jueves que sean asequibles a todo el mundo y dejar los fines de semana y las grandes celebraciones para los vinos más caros. Así la gente, de a poco le va a tomar el gusto y a la larga serán consumidores de vinos de mayor costo.  Nadie, en el mundo del vino, empieza consumiendo vinos complejos, pero hay gente que denosta a los que hacen vinos de aguja, espumantes o dulces”.

En nuestro medio, la tendencia que se nota es la de priorizar el consumo de los vinos de alta gama.

Depende de cómo el sector enfoque las cosas, si quiere que el sector crezca universal o transversal a todas las capas sociales, o si solamente quieres posicionar el vino en determinado grupo social. Hay muchas denominaciones de origen en el mundo, como el de Champagne, que se tiene como algo aristocrático y fantástico. Y hay cavas, que  es el espumante que se elabora en España, con el método tradicional, que se posicionó en el mercado intentando venderse como la versión económica del champagne, a pesar de que hay cavas de primera calidad que están al mismo nivel que los mejores champagnes. Cada uno se posiciona en el nivel que le interesa para intentar vender.

¿Cómo se determina ese posicionamiento?

Yo no soy conocedor del mercado, soy sólo aficionado, un simple consumidor, pero vemos en Paraguay una estructura social oligárquica, un grupo de relativamente poca gente con dinero, con poder adquisitivo, y como el vino es una de las bebidas más intelectuales se intenta asociar a la intelectualidad y a las clases sociales más altas. Estos son los targets principales de los importadores porque son donde ven más facilidades para ofrecer sus productos.

Pero esta política, ¿no es similar en todos los lados?

Es distinta la filosofía de un país productor. El vino forma parte de la cultura y de la alimentación ancestral de una comunidad. Ahora, en España, se está consumiendo menos que nunca. Si nos ponemos en la época en que yo nací, era algo muy habitual consumir vino con todas las comidas y en todas las casas. Y no solamente en celebraciones exclusivas. Era algo muy habitual.

¿No estamos perdiendo la oportunidad de favorecer su consumo viendo el auge de la gastronomía?

El gran boom gastronómico, es a expensas de restaurantes de alta gama, sus pretensiones de ser restaurantes punteros y de ser coherentes con sus cartas de comidas les obliga a tener vinos caros. Hay muchas cartas de alta calidad. Pero hay pocos restaurantes de gama media, que sean restaurantes buenos como La Vienesa, que tengan una carta adecuada. Ahí la oferta de vinos no la tengo muy clara, no están muy bien explotadas las cartas de vinos en este tipo de restaurantes.

En este sentido, una cosa que hecho mucho de menos es que pienso que sería interesante el consumo por copas. A veces cuesta que una pareja consuma una botella. Una copa, en ocasiones resulta más que suficiente. No voy a consumir una botella si voy a ser el único en consumir. Lugares como este es una maravilla. Me gustaría ver esto más lleno. Con tantos amantes del vino que tenemos no entiendo como esta así (Se refería al Wine Bar, Paseo La Galería). No hace falta que cada restaurante tenga una máquina costosa como ésta pero que pueda ofrecer copas de diferentes tipos de vinos.

Se podrían hacer eventos destinados a un público más numeroso.

Y no es complicado organizarlo, no hay que hacer cenas maridajes espectaculares. No hace falta, cobrar 300 mil guaraníes. Para llegar a públicos más amplios basta, por ejemplo, con hacer catas en supermercados. Yo tengo la experiencia, de que en un supermercado la gente se prendió a la historia de las bodegas, alguna anécdota, algún detalle. Enseguida, a su vez, quiere sorprender en casa a la familia con esa etiqueta de 50 o 60 mil guaraníes. No hace falta que sea con una etiqueta de 250 mil guaraníes. Es fácil enganchar así, yo lo he vivido aquí.

Y aquí entra a tallar una de las facetas más particulares de Roger. Tiene el nivel 3 de WSET (Wine & Spirit Education Trust) una entidad mundial que organiza los mejores cursos de especialización en materia de vino y bebidas espirituosas. Pero él se define como aficionado al vino y contador de historias. Y este es su fuerte contar las historias que existen detrás de cada botella de vino.

¿Y cómo te iniciaste en esto de las historias?

Yo consumía vinos en las fiestas, en las comidas, pero no pasaba más allá del simple acto de disfrutar. Empecé a ver «En Clau de Vi», un programa de televisión pública catalana y lo copresentaban: un fantástico periodista, Marcel Gorgori y el gran Josep Roca (del restaurante Celler de Can Roca) considerado uno de los mejores sumilleres del mundo y cuando tú los escuchas, con la cantidad de conocimiento que tienen, te impresiona porque saben trasmitir lo que hay detrás de cada botella de una forma tremendamente seductora. Escuchándoles, fue como empecé a entender que detrás de cada vino podía haber una historia. Me intereso en lo que hay detrás y a mí lo que me hace feliz es aprender,  y luego me hace feliz, transmitir. Hay que ver las caras de las gentes cuando escuchan acerca de los vinos, porque este tipo de curiosidades engancha y hace que le des un valor añadido a esa botella que tenés en la mano.

Después iras a comprar esa botella y en tu círculo de amigos y en tu familia pues te gustará contar esa historia. Y siempre eso de contar historias y anécdotas hace que la gente disfrute el vino, no solo por sus cualidades organolépticas sino por toda la filosofía y la historia que hay detrás. Es mucho más que el mero hecho de encontrar frutas, vainilla, estructura, mucho más. Además empiezas a disfrutar si es más fresco o es más cálido, empiezas a viajar con el vino por distintas zonas geográficas e intentas buscar las tipicidades de las regiones geográficas del mundo, y eso es ya como un orgasmo sideral que se puede llegar a tener con estas historias.

¿Siempre tenes historias para contar?

Yo siempre cuento historias  en cualquier reunión. Si bien yo no me dedico exclusivamente al mundo del vino, de vez en cuando, las importadoras quieren que cuente historias y me contratarán para que hable de sus vinos. Con mis amigos y mi familia siempre trato de aportar algo del vino, me gusta hacerlo a ciegas porque me gusta que la gente disfrute del vino sin pretensión, sin saber precios, marcas.

La gracia para que la gente no se duerma es intentar no aburrir. Sino, lo que hacemos es seguir alejando a la gente de este mundo. La excesiva complicación del lenguaje, las catas interminables, hace que mucha gente  se desconecte de la historia, y parece que si no tenés un master en enología no podes tomar vinos. No tiene que ser así, el vino es para disfrutarlo y punto.  Si bien es cierto que el vino tiene la posibilidad de ir un poco más allá, lo que es interesante es que la persona que dirige una cata no te pegue el rollo organoléptico.

A mí me gusta relacionarlo todo, la historia, la personalidad de la bodega, el terruño y explicar porque estamos disfrutando. Si lo cuentas sin ser demasiado técnico, le metes anécdotas divertidas, haces que la gente mantenga el hilo, y puede ser tremendamente interesante. Si metes el rollo frío y repetitivo ya pierde su embrujo.

¿Cómo te nutrís para tener cosas que contar?

Cuando tengo que preparar una cata me puedo pasar horas buscando datos y lo que intento siempre es hablar con los de la bodega, conseguir contactos con las importadoras, contactar a través de la web, contactar con los enólogos,  y preguntar que le pusiste a este vino, porque decidiste hacer esto, cual es la filosofía que utilizaste. Intento un trabajo de campo muy importante, para tratar de dar una sorpresa durante la cata y para poder responder las cuestiones técnicas que me puedan preguntar. Esto requiere de un trabajo.

El vino objetivamente puede ser interesante si estás en el comité de un concurso, cuando estás en una cata tiene que ser una experiencia para disfrutar. Tiene que haber un sentido. Una narrativa. Tiene que haber una historia. Yo cuento muchas historias porque forma parte de mi vida, voy a comprar los vinos en función de esas historias. Me informo antes de comprar un vino y trato de que tengan historias.

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