Es un lugar casi secreto. Está en unas de esas calles pocos conocidas de Villa Morra. El local parece una de las tantas residencias de la zona. Es herméticamente cerrada. Ninguna luz se escurre por las rendijas de las ventanas. No hay ninguna abertura por donde escudriñar el interior. En la entrada exhibe un pequeño cartel que dice Brooklyn Hotel. Algunos despistados ya preguntaron si allí se podía pasar la noche. Es solo una fachada. En el interior se oculta un distinguido y exclusivo bar y restaurant.
Pero el máximo responsable del lugar, dice que no es ni bar ni restaurante. Dice que es una experiencia. En realidad, es una especie de juego. Quieren hacer creer a los clientes que se trata del mismo y mítico Brooklyn Hotel de Nueva York que en la época de la Ley Seca en los Estados Unidos, fue comprado por los miembros de la mafia, para disimular allí sus reuniones clandestinas y para disfrazar el consumo de alcohol, que entonces estaba prohibido.
El local, está ambientado cómo en los años 20, la decoración, los muebles son casi todos antiguos o réplicas que se consiguieron de diversos lugares, incluso de diversos países. Los clientes que llegan tienen que registrarse en la recepción del hotel en dónde ya se vislumbran la numerosa presencia de los objetos recordatorios, elementos decorativos y muebles que nos hacen remontar a aquella época del siglo pasado.
El famoso recibidor con el estante donde se cuelgan las llaves de los cuartos, antiguas y pesadas valijas que descansan en el porta maletas, una vieja radio de los años 20 que luce una propaganda de Stella Artois, también de la época. Infinidad de retratos e imágenes de aquellos tiempos. Los que llegan son invitados a pasar a través del ascensor que luce la famosa puerta corrediza de hierro tipo rejas y el indicador de pisos tipo manecillas de un reloj que inevitablemente nos recuerda imágenes de una escena de Los Intocables.
“Al bajar del ascensor”, uno llega a un patio interior, una especie de jardín con mesas y sillas y una réplica de aquellos camioncitos Ford que transportaban los cajones de whisky en los tiempos de la Ley Seca y que tanto eran perseguidos por Elliot Ness. Traspasando el pequeño jardín se accede al salón principal del Brooklyn Hotel, y uno puede apreciar que domina la escena una imponente barra donde la combinación de las luces y el colorido de las botellas ejercen un efecto atrapante para las miradas.
Por todos lados están dispuestos, sofás, sillas y sillones, de diversos estilos, pero de época; hay mesas de comedor grandes y pequeñas; algunas de centro. Los cuadros, pintados con motivos de las primeras décadas del siglo pasado, lucen unos antiguos e imponentes marcos tallados; los espejos, algunas lámparas nos remontan a aquellos tiempos en dónde la diversión y el esparcimiento tenían un look prohibido y clandestino.
Todo el tiempo suenan en el ambiente melodías de jazz, blues y swing. Fácilmente se puede distinguir las obras de artistas como Duke Ellington, Louis Armstrong, Glenn Miller y Benny Goodman. Pero con el correr de las horas y entrada la noche, el sonido se vuelve más moderno al fusionarse los mencionados ritmos con creaciones contemporáneos sin llegar nunca, ni por asomo, al reggaetón o la cumbia.
Todo o casi todo, tiene la impronta de los años 20, lo único que no pudieron conseguir fueron las réplicas de los capos mafiosos de esa época, Al Capone, Lucky Luciano y Arnoild Rothstein. Hasta las mozas y los barmans están vestidos a la usanza antigua. El Brooklyn tendrá sólo cinco habitaciones, ninguna de ellas todavía fue habilitada. La más emblemática es la habitación 102, a la que Capone y compañía pedía pasar para acceder al lugar secreto desde dónde los mafiosos dirigían el tráfico de alcohol.
Acá nadie sabe todavía a que se destinará la 102, pero nosotros te vamos adelantar una primicia. Esta habitación será destinada a un salón VIP que será ambientada por la marca Johnnie Walker y en dónde los clientes podrán degustar los más exquisitos whiskies de la afamada marca. Las otras habitaciones tendrán temáticas diferentes y serán habilitadas gradualmente.
Todo este introito es sólo para describir el ambiente en que se desenvuelve un distinguido y exclusivo bar y restaurante, con especialidad en tragos y en la comida peruano japonesa. El fuerte de la casa son los tragos, como corresponde a un local ambientado en la época de la Ley Seca. Los tragos son preparados a la manera que se hacían en ese tiempo, es decir a manopla y sin tanto empleo de tecnología. No hay siquiera licuadora, por lo que los tragos frozen no tienen cabida.
Tampoco tienen cabida algunos brebajes muy prosaicos como la caipiriña, la caipiroska, mojitos, margaritas, dairiquis y esas minucias. Lo más aproximado a este nivel es el Manhattan. El trago más espectacular es sin duda el Unión Pacific, una mezcla de Croc Vodka, Te Early Grey, Jugos Cítricos, Aperol y almíbar de jengibre. Viene servido en una miniatura de la locomotora del mítico tren, en el que los mafiosos transportaban el alcohol de contrabando.
Uno de los preferidos es el Johnnie Spiced Honey, que lleva Johnnie Walker Black Label, miel especiada, jengibre. También se puede mencionar el Gin Aromatic Tónica, que contiene Gin Beefeater, tónica, aceites esenciales, jugos cítricos y hierbas aromáticas y romero. Resalta el Malbec Style, compuesto de una medida de vino malbec, limón Tahití, hierba buena, cítricos y frutos del bosque. No se puede dejar de mencionar el Ron Smoke Fashioned: Baccardi Dorado, bitter casero, azúcar, naranja fresca y canela.
Los tragos, en fin, son bastante exóticos, algunos responden a una línea que podríamos llamar coctelería molecular y coctelería orgánica, con mucho uso de jugos concentrados, hierbas, especias y aceites esenciales. Sebastián García, uno de los mejores bartenders de Argentina, perteneciente al bar The Harrison Speakeasy de Buenos Aires, formó al equipo del Brooklyn, que está integrado por Fernando Alegre.
Por noche, suelen preparar alrededor de 80 tragos, pero en la carta también figuran todo tipo de whiskies, vinos, espumantes y champagnes, además de las cervezas de distintas marcas y jugos naturales.
En cuanto a la gastronomía, la especialidad de la casa es la cocina peruano japonesa, con especial énfasis en el sushi, pero allí elaboran tiraditos de diversos tipos, variedad de rolls, Ceviches diversos, niguiris y sashimis. Entre las pocas opciones de carne pudimos ver un pollo que se sirve con arroz cocinado al wok y uno o dos platos con carne vacuna que tuvieron que incorporar al menú.
El diseño de la carta fue realizado por el sushiman argentino Esteban Leira, quién formó a los cocineros locales y ahora está a la cabeza de los profesionales locales, Ivan Paniagua. Los precios de los platos, son totalmente accesibles, algunos inferiores incluso a la cotización de algunos tragos. A pesar de que el ambiente creado era propicio para los gansters, allí no hay ningún asalto… en materia de precios.
UN LUGAR EXCLUSIVO
El lugar no está abierto al público en general. Sólo pueden ingresar los que son miembros y hasta el momento están registrados alrededor de 1600 personas. Los miembros a su vez pueden llevar invitados. Inicialmente, los propietarios eligieron a dedo a 400 personas a quienes se invitó a ser miembros y éstos tenían la posibilidad de invitar o recomendar a cuatro personas más. Para ser miembro se necesita ser referido por uno de los miembros habilitados.
Para ser aceptado como miembro, las personas se comprometen a cumplir una serie de reglas, entre las que figura por ejemplo, la prohibición de sacar fotos del local. La empresa no hace promoción pública ni publicitaria y trata de tener la menor exposición posible. Esta política obedece al estilo speakeasy que imperaba en la década del 20, para no alertar a la Policía, modalidad que está muy en boga hoy en día en varios países.
Brooklyn Hotel tiene actualmente capacidad para unas 120 personas, se abre de martes a sábado y casi es obligatoria la realización de reservas porque a menudo se colman sus instalaciones. Se prevé que en el futuro cuándo se habiliten todas las “habitaciones” dicha capacidad aumente a 200. La idea es que el lugar no sea un sitio de excesiva concurrencia. El hotel, bar, restaurant también se utiliza para la realización de todo tipo de eventos, pero con la salvedad que únicamente los miembros pueden ingresar.
La inversión que demandó el proyecto llega a 500.000 mil dólares, gran parte de los cuales se invirtió en la adquisición del mobiliario de época. Los propietarios de la empresa son los paraguayos Rolando Zuccolillo y Pedro Cataldo y los argentinos Pablo Fernandez, Andres Rolando y Gastón Abramoff quién se desempeña como Director General.