En un hecho sin precedentes, el diario más importante del mundo, incluyó en su edición digital de la fecha. un amplio artículo sobre I love Paraguay, el restaurante de comida típica paraguaya ubicado en la Gran Manzana, con una completa reseña acerca del local y la naturaleza de los platos. Nunca antes, nuestra gastronomía, tuvo tanta figuración y tantos adjetivos laudatorios de parte de periodistas internacionales.
¡Oh, my God!, exclamó Nancy Ojeda cuando vio la nota. Su hija Natalia, quién trabaja en American Express, entró a la página de I love Paraguay, dónde ya habían puesto el link y enseguida le avisó a su mamá. “Yo estaba en la cocina haciendo alfajores y me llama mi hija y no entendía lo que decía porque ella no podía hablar muy fuerte ya que estaba en una reunión. Me puse muy nerviosa porque no le entendía y le pase con su hermano”, dice Nancy propietaria del local, comentando la experiencia.
“Fue muy emocionante. Aquí están todos sorprendidos que el New York Times se ocupe de nosotros. La verdad es algo grandioso para nosotros, es muy importante”, nos comenta a través del Facebook. Y sí, es muy importante, se trata del diario más importante, de la ciudad más importante del mundo que tiene el mercado gastronómico más influyente del orbe.
La historia de cómo sucedió todo esto es espectacular. Así nos cuenta Nancy:
Hace unos días vinieron a cenar cuatro personas, todos americanos. Pidieron de todo, los postres les encantó, estuvieron como tres horas y después de haber pagado, dijeron: somos periodistas del New York Times y queremos hacerles una entrevista……wow!!.
No sabíamos quieres eran, pero ya en la semana enviaron a la fotógrafa a sacar fotos y esta semana llamaron como 20 veces preguntando cosas del negocio. Mi hijo me contó que una paraguaya es amiga de uno de estos periodistas y ella les dio el dato, pero no sabemos quién es. Pero desde un principio se quedaron fascinados por la comida. Así fue.
Y quedaron fascinados. Se nota en lo que se expresa en la nota que escribieron. Sus descripciones son realmente laudatorias y fabulosas. Aquí trascribimos una traducción rápida de lo que expresa parte del artículo:
El pan es grueso, plano y redondo, es como una luna llena, mirando, lista para desmoronarse. Una mezcla de almidón de mandioca, leche, huevos y Münster (un tipo de queso), en una cantidad suficiente como para que adquiera la más elemental de cohesión en una plancha, sugiere un paso más en la evolución de una quesadilla, con el queso no reprimido, sino que impregna todos los rincones, y las grietas de la superficie de manera que cada bocado es crujiente y duro a la vez. En guaraní, una lengua indígena hablada junto al español en Paraguay, esto se llama mbeju, y merece ser conocido y adorado.
Aquí queremos agregar que el queso Munster, es el tipo de queso que más se asemeja por sus condiciones y características al queso Paraguay, que por obvias razones no se puede conseguir en el mercado neoyorquino.
En otros párrafos del artículo también se puede leer lo siguiente:
Los mejores platos son los más tradicionales, como el chipa guazú, un pastel salado que se tambalea como un soufflé, endulzado con granos de maíz enteros y cremosa de Münster, un queso que aparece en los platos aquí como un sustituto del queso Paraguay, hecho de la leche cruda de vaca.
La comida paraguaya es implacablemente rica, aunque esto no se registra hasta después de probarla. Un huevo se embala junto con la carne picada en el interior de las empanadas. Una tortilla no es el disco espartano habitual, sino un churro robusto, mezclada con cebolla verde y que se degusta como un panqueque de cebollín chino, con una franja de burbujas crujientes. Payagua mascada, empanadas de carne reforzadas por yuca y envueltas en harina, emergen de aceite caliente como hamburguesas fritas.
Los platos más grandes son más erráticos. Bife a caballo, es un bistec frito que sería lo suficientemente bueno si no fueran oprimidos por la cebolla. Está coronado con dos huevos, que en una reciente visita estaban fritas y duras, las yemas casi fosilizadas.
Mejor es un clásico sándwich de lomito, una pila de filet mignon prodigado con pimentón, lechuga y tomate, una cortina de Münster derretida y un huevo frito. En Paraguay, esto normalmente incluye jamón, pero aquí los clientes objetaron esto, y los Ojeda la adaptaron amablemente.
Pero la característica definitoria del restaurante es el caso de los postres, surtidos, con los gustos de arroz con leche impregnada con cáscara de naranja y canela; confitada papaya verde que sabe como si fueran robadas del interior de un pastel; bloques bien trémulos de flan de leche; y lo mejor de todo, maracuyá mousse, voluptuosa, con fruta de la pasión, la leche condensada y la media crema, una forma más ligera de crema similar a la leche evaporada. Una cereza al marrasquino se sienta en la parte superior como un pequeño corazón, esperando ser arrancado.
El artículo, que es mucho más extenso, aparecerá publicada en la edición impresa del próximo miércoles según nos informaron. Mientras tanto, Nancy Ojeda va mañana de vacaciones a la Isla de San Andrés en Colombia dónde se encontrará con sus hermanos y regresará el próximo jueves.
Para leer el artículo de The New York Times cliquea aquí.