Con la pandemia, ocurre que un buen día, uno se entera que un conocido, un amigo o un familiar nos ha dejado eternamente, sorpresiva e inesperadamente. A veces, la noticia es que pasan a integrar esa impredecible lista de internados en terapia intensiva. Con los locales gastronómicos, nos pasa a veces lo mismo, y últimamente ocurrió con The Brooklyn Hotel, que, con las medidas restrictivas, se está quedando sin oxígeno y se fue a una cuarentena sin plazo.
Pero queremos aprovechar esta oportunidad, para recordar sus buenos momentos. The Brooklyn Hotel es del barrio, nos cruzábamos todos los días. Lo vimos dar sus primeros pasos hace siete años y fuimos testigos de su vigencia. Conocíamos gran parte de sus secretos a pesar de que se daba un aire de misterio y clandestinidad. Nadie podía ingresar si no era miembro exclusivo o si estaba invitado por uno de ellos.
Es que había introducido aquí el estilo speaky easy, aunque ningún otro local le siguió el juego. The Brooklyn Hotel era una referencia a un hotel del mismo nombre que existía en Nueva York, durante la época de la ley seca. Era una pantalla, donde los gánsteres y mafiosos de ese entonces se reunían para conspirar y “chupar”, a espaldas de la policía, ya que estaba prohibido. De ahí su aire clandestino. El local está ambientado onda años 20 y los tragos tenían nombres alusivos a hampones y mafiosos.
Tenía también otras “originalidades”. Introdujo en Asunción la barra de los bares. Esa especie de larga mesada donde los bartenders preparan sus tragos y atienden a los clientes. Y por detrás la estantería, llena con botellas deslumbraban con sus múltiples colores, y también con sus contenidos. Whiskies, Licores, bebidas de todo tipo. Era el primero en su tipo instalado en la ciudad, después vinieron numerosos otros.
Le cupo a The Brooklyn Hotel el papel de ser el portaestandarte de la alta coctelería. Los bares estaban empezando a salir de ese lugar común que suponían los daiquiris, los mojitos, la caipi o la piña colada. La variedad de nuevos tragos que ofrecían hacía del lugar, un sitio exclusivo. En esta onda, si entraron todos los demás locales. Llegó a contar en sus filas a dos que se consagraron campeones nacionales de coctelería: César Ocampo (2017) y Josmar Figueras (2019).
Y, por último, también introdujo una novedad gastronómica. Innovó con un maridaje excepcional: sushi y tragos. Al comienzo, tenían una carta variada y lo siguen teniendo, pero como que sushi y tragos fue como su carta de presentación. No era un lugar con una asistencia masiva pero tenía formada una respetable y fiel clientela. El lunes pasado, abrió por última vez y su propietaria Susana De Marzo, nos expresó que, si no tienen garantías de que podrán operar sin tener que estar cerrando cada tanto, no podrán continuar abiertos.
Susana, quién ya era la gerente, durante la antigua administración, compró el local, justo una semana antes de declararse la pandemia. Y aguantaron a pie firme los cierres y aperturas sucesivos, pero “uno pierde las ganas de luchar” según dijo. “Debemos tener la garantía de que vamos a trabajar en paz. Nos cierran a las ocho durante quince días y nosotros comenzamos a movernos a las ocho y media. Es una locura aguantar así hasta el 10 de mayo. No nos queda otra, nadie te espera”, expresó.
“Es doloroso que te vengan a cortar la mano, después de estar siete años en el mercado. Vivíamos al día, no podíamos comprar los insumos suficientes, porque no sabemos con qué nos iban a salir mañana, no podemos hacer alianzas comerciales, ¿quién se tira a una pileta si no sabes cuando te van a vaciar el agua? Con el dolor en el alma, tuvimos que llegar a decisiones extremas con el personal”, fijo finalmente.