Granja Kim es un parador restaurante ubicado en lo alto del cerro Caacupé. Tiene una impresionante vista del lago Ypacaraí y de la serranía vecina. Es todo un modelo de proyecto gastronómico. Resultado de la visión de un inmigrante coreano, del esfuerzo y la tenacidad que transmitió a su familia. Se come rico, produce una agradable distracción y puede uno sumergirse en una rica historia. Que literalmente comenzó muy abajo y terminó bien arriba.
El 1º de mayo de 1970, Yong Nam Kim llegó a Paraguay con sus 50 años a cuestas y sin hablar una jota de español. Aprendió muchísimo sobre avicultura porque era la única distracción que tenía durante el aislamiento o cuarentena a que fue sometido en su Corea natal, porque sufría de tuberculosis. Y emigró a estos lares para explotar lo que había aprendido. Recaló primero en Buenos Aires pero como allí el tema de la avicultura estaba ya muy avanzado le recomendaron venir al Paraguay.
Compró un terreno en una zona adyacente a Calle Ultima, en las inmediaciones de la avenida Mariscal López. Invirtió todos sus ahorros para construir los galpones con los que inició su granja avícola. Nadie le advirtió que estaba en una zona de riesgo, y en la primera gran lluvia que hubo, el desborde del arroyo Itay, llevó todos los galpones con los pollitos adentro. Desanimado pero no rendido, tomó entonces la decisión de volver a levantar su proyecto pero en el lugar más alto que existiera en el Paraguay, por las dudas.
Consultó con su capataz y este le dijo que ese lugar era Caacupé. Hasta allí se fue en ómnibus el coreano Kim y cuando llegado a la cima y el colectivo comenzaba a descender se bajó y decidió que ese era el lugar que estaba buscando: había llegado a Kurusu Peregrino, en el kilómetro 48 de la ruta II. Prestó 400.000 guaraníes de un compatriota, hipotecó en el Banco Nacional de Fomento, las cuatro hectáreas compradas, pagó su deuda y con lo que restaba armó su ansiada granja para criar pollitos. Prosperó, compró otras tierras, construyó más galpones. Hasta que la competencia y la crisis económica del año 2.000 creó nuevas incertidumbres en la Granja Kim.
Pero Yong Nam no era de rendirse fácilmente y en medio de la crisis decidió comprar unas modernas y grandes máquinas incubadoras norteamericanas como no existían en el país y eso le dio nuevamente respiro ya que las alquilaba a las grandes industrias del ramo. Murió a los 94 años, sin haber aprendido a hablar bien el español. Le sobrevive su esposa Do Hi Lee.
Ahora bien, que tiene que ver toda esta historia con el parador restaurante que nos ocupa. Es su razón de ser. Nos contaron que el coreano Kim ya barruntaba la idea de desarrollar un hospedaje en el lugar. Se trata de un sitio privilegiado, en la cima del cerro. Sus hijas Sonyu Kim y Jinhi Roskamp abrazaron esa idea, sobre todo Benjamín Kim, uno de los nietos, hijo de la primera, se embanderó con el proyecto. La idea inicial incluía hotel, salón de eventos, sector comercial y restaurante.
Como no encontraron el apoyo financiero necesario recortaron el presupuesto, apelaron a sus propios recursos y decidieron reutilizar todo lo que había en la granja, con lo cual el local que surgió es producto de un gran proceso de reciclado y de la decisión de mantener la esencia del lugar. El salón principal quedó donde antes estaban los galpones; la cocina, donde antes estaban las incubadoras, cuyas puertas se emplearon en la fabricación de las mesas, y los herrajes salieron de los carritos en que antes ponían a los pollitos; algunos apliques de iluminación se fabricaron con los comederos y bebederos; los picaportes de todas las puertas se improvisaron con las manivelas de las incubadoras; se desechó el cielo raso dejando al descubierto todo el maderamen de la antigua construcción donde pueden notarse algunas cabríadas fabricadas en tajy hace más de 40 años.
En la ambientación se adoptó un estilo retro industrial rústico, las paredes quedaron con la mampostería al descubierto y se hicieron muy pocas alteraciones en la estructura inicial. Se construyó sí una terraza, que tiene varios desniveles y que bajan en cascada a la manera de un anfiteatro y tiene de fondo el paisaje del lago Ypacaraí, todo un espectáculo. Los baños son un tema aparte, recibieron una atención especial tanto en diseño como en presupuesto.
En materia gastronómica también es todo un tema. Entre los proyectos que se barajaron para la Granja Kim se consideró instalar allí una sucursal del IGA. Los recortes pospusieron esa iniciativa pero el IGA se encargó del asesoramiento gastronómico, que estuvo a cargo de Koldo Asporosa, el español que antes había estado en Takuare´é Restaurante. “Yo quiero vender lo que la gente quiere pero mejor, lo mismo pero de mayor calidad”, expresó Benjamín gerente comercial de Granja Kim al orientarnos acerca del concepto gastronómico que persiguen.
Las comidas rápidas están a la orden del día. Hamburguesas, pizzas, picadas rápidas, nachos, quesadillas y minutas varias. Habilitaron un autoKim para que la gente haga y reciba sus pedidos sin bajar del auto. También tienen un servicio de buffet por kilo (55.000), los lunes la especialidad es el pescado, hay pira caldo, milanesa de surubí, chupín y cazuela; los martes se sirven caldos y sopas como el vori vori; los jueves son de pasta y los viernes hay festival de milanesas. Los sábados se mantiene el buffet por kilo y los domingos dedican a los asados y las pastas pero a 69.000 el kilo. Para ese día preparan una costilla de res cocida 24 horas en hornos Rational (NGO) en tandas de 12 horas.
Dentro del local, pero integrada a él funciona la cafetería La Roseta, cuya especialidad son los cafés de Starbucks que se pueden acompañar con donas, alfajores rellenos, bollos al estilo San Bernardino o unas peras al vino. En el futuro, también habilitarán un sector especial diferenciado en el salón donde servirán un menú a la carta con platos más sofisticados que ya fueron desarrollados por Koldo y que espera la señal de partida.
“Nuestra hamburguesa es el boom”, acota Benjamín para destacar a uno de los productos que más venden. Tienen cuatro estilos pero el principal es la Lomo Classic, hecha 100% de lomo, con pan casero del día, lleva lechuga repollada, tomate queso Cheddar y salsa Cheddar de la casa. La Chicken Kim, que tiene pollo, pan casero, rucula, tomate confitado, salsa barbacoa con guayaba, queso crema. Luego viene la Tex Mex, con doble carne de lomo, salsa chipotle, panceta, salsa Cheddar y pico de gallo de la casa. El último es el Beef Kim, 150 gramos de tapa cuadril, con lechuga repollada, tomate, pan casero, queso Cheddar y salsa Cheddar.
Nosotros coincidimos allí a la hora de la merienda y alcanzamos a probar las chipas, una de almidón y una chipa so’o. Si eso bastara para calificar diríamos que tendrían un aprobado. Pero vale la pena hacer la experiencia, sobre todo porque además uno puede apreciar una estupenda vista y en eso sí que podemos dar fe que tienen una excelente calificación. El ambiente es agradable, la ambientación y mobiliario es cómodo. Los precios también. La hamburguesa estrella cuesta 18.000 guaraníes (sin papas fritas). Se abre todos los días desde las 08:00 de la mañana y en días hábiles cierran los portones a las 23:00. Los fines de semana el horario se extiende más. Tiene capacidad para 80 personas sentadas en el salón y otras 100 en la terraza. Abrieron hace casi tres meses, y la gente llena todos los días la terraza (dependiendo del tiempo) para disfrutar del atardecer y la noche. Los domingos al mediodía hay que apurarse para encontrar lugar. Si bien el autoKim aún no responde como quisieran, los dueños están más que conformes con la respuesta que recibieron, sin preocuparse de que en uno o dos años, la ampliación de la ruta arrollará parte de sus instalaciones.