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Diego Gaona, bartender, aquí en uno de los stands de los expositores de café, aprendiendo a utilizar este producto para elaborar posteriormente sus tragos.

El Asu Coffee Fest ya lleva cuatro ediciones de éxito creciente. La cultura del café se ha impuesto definitivamente en nuestras costumbres gastronómicas. Y como todas nuestras manifestaciones colectivas y ciudadanas se caracteriza por una masiva presencia de jóvenes y mujeres. Un grupo etario que tradicionalmente, en nuestro país, no estaba asociado al consumo de esa bebida.

La cuarta edición del Asu Coffee Fest se realizó el fin de semana pasado en los salones de eventos del Paseo La Galería.  Tuvo gran éxito de concurrencia, tanto de público como de expositores. La entrada costaba 70.000 guaraníes, una suma bastante alta si la atribuimos solo al consumo de café. Pero hoy, como ocurre en todas las manifestaciones gastronómicas, el consumo del café es toda una experiencia. Se consume lo que gira en torno.

Es lo que se denomina la cultura del café. Que incluye, el producto agrícola y su procedencia, la bebida y la forma de prepararlo, el ambiente donde se consume y la gente que lo hace y cómo lo hace. La gente ya no es como la de antes. Entre los actuales coffee lovers abundan los  jóvenes, hombres y mujeres. Y esto es muy curioso, porque alguien que ya ha transitado cinco décadas más, recuerda que el café estaba asociado generalmente a los hombres y sobre todo a las personas mayores.

Asunción no se ha caracterizado nunca por tener muchas cafeterías como Buenos Aires y San Pablo. Ahora está tratando de seguir esos pasos. Hurgando en la historia encontramos pocos ejemplos. El más emblemático del siglo pasado, fue sin lugar a dudas el Sorocabana. Estaba ubicado en Independencia Nacional casi Palma. Convivía con otro local famoso El Felsina (14 de Mayo y Palma), del cual tenemos un vago recuerdo. Más acá en el tiempo, nos viene en la memoria el Bar Estrella (Estrella y 25 de Mayo), propiedad del gallego Díaz, el papá de Pastelito Díaz, quien fuera notable jugador de fútbol, militó mucho tiempo en Olimpia y llegó a la selección nacional.

Esos tres lugares, que condensaban en otros tiempos, lo que sería la cultura del café en Asunción, eran sitios frecuentados exclusivamente por varones. No había en la época medios modernos de comunicación, ni Facebook, ni whatsapp y por lo tanto eran una especie mercado, parlamento o plaza pública donde se concurría para hacer negocios, enterarse de los chismes, hablar de temas varios y muchas veces a conspirar contra las autoridades.

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Hombres y mujeres, todos jóvenes por igual, aprendiendo algo más sobre el café. Aquí junto a los tostadores de Kafa.

Desaparecieron con el paso de los tiempos cuando la modernidad comenzó a echar sus raíces en la ciudad. El que más resistió fue el Bar Estrella. En contrapartida surgieron algunos como la cafetería Capri (Palma entre Alberdi y 14 de Mayo), que más era un bar y restaurante y mantenía lo de cafetería quizá como una rémora. Fue uno de los que inició la moda de instalar mesas en la vereda y allí se podía ver a señores adultos casi todos peinando canas que pasaban horas hablando alrededor de una taza de café.

El café aparte de estar presente en estas cafeterías, por lo general solo estaba vigente en los desayunos y meriendas en las casas familiares donde hacía competencia con el cocido. Su consumo masivo y con poder estimulante, en gran parte se debe a los estudiantes universitarios, que utilizaban esta bebida para mantenerse despiertos en las largas noches de estudio. La primera vez en la vida que no pudimos dormir en toda la noche, fue en una de estas jornadas. Coincidentemente, se multiplicaron las cantinas y cafeterías en las facultades y universidades que tenían un servicio ampliado de comidas y bebidas. El último local que recordamos que se instaló con ese concepto de cafetería tradicional fue el Café San Marcos (Oliva y Alberdi) que también tenía un servicio de almuerzo, cena y comida a toda hora.

Fue allí que vimos por última vez, a los grupos de personas mayores sentados en una mesa, solo con una taza de café por delante. Ya no era negocio apuntar a una clientela que gastaba el importe de un café y pasaba toda la mañana hablando con sus ocasionales interlocutores, que gastaban exactamente lo mismo. El boom gastronómico trajo aparejado después la aparición de los grandes bares y restaurantes así como las nuevas cafeterías. Havanna, Bonafide, Martínez y Café Valdez se fueron sucediendo en ese orden y entre medio infinidad de pequeños y coquetos locales sin marcas rimbombantes y a veces con la inigualable originalidad del Café de Acá.

Los tiempos han cambiado, los locales se modernizaron y pasan las nuevas generaciones. Hoy el café es un culto al que se abrazan personas de todas las edades. Las cafeterías crecen en número tanto como los restaurantes y se puede ver que en ellos ya no predominan aquellas personas mayores que monopolizaban su consumo. El Asu Coffee Fest nos dio una muestra fehaciente de ello, jóvenes –mujeres y varones- sedientos en adentrarse en esta nueva cultura que cunde en la ciudad, sólo así se explica que estuvieran dispuestos a pagar 70.000 de entrada. Solo vemos con resignación que si antes el café servía para ponerse al día cara a cara, con los amigos o parientes, hoy se aproveche más que nada para revisar el whatsapp.

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