La marca tiene una vigencia de alrededor de 10 años. Fue creada por el padre Aldo Trento en el entorno de la parroquia San Rafael. Era para conseguir fondos con que ayudar a sus obras. Un tiempo puso un local externo y dio nacimiento a un gran polo gastronómico. Volvió a la parroquia pero ahora cuenta con un local monumental. Un edificio con arquitectura jesuítica que también funciona como museo. Si bien el lema del local es: donde comer es un acto caridad. También es un acto de placer, un lugar donde uno puede disfrutar de una rica pizza y de un ambiente sin igual.
En la esquina de Charles De Gaulle y Alfredo Seiferheld se yergue un edificio color terracota con una inconfundible arquitectura al estilo de las antiguas misiones jesuíticas. Allí, hace aproximadamente un año se inauguró el museo cultural Mbororé, cuyo nombre recuerda la épica batalla que en 1641 libraron los indígenas de las reducciones contra los bandeirantes paulistas. Aparte del homenaje arquitectónico, existen numerosas obras pictóricas que reproducen imágenes de lo que fue aquella victoria de los guaraníes.
Desde su inauguración, el museo Mbororé fue también el local de la pizzería O Sole Mio. Ambas son el fruto de la prolífica tarea que el padre Aldo Trento cumple en la parroquia San Rafael cuya obra cumbre es la clínica para enfermos terminales que funciona al lado de la pizzería-museo y que fue inaugurada por el Papa Francisco cuando estuvo de visita en nuestro país.
Siendo el padre Trento de origen italiano no es de extrañar que su alimento preferido sea la pizza, producto que conoció cuando ya tenía 30 años de edad. Esa afición le acompañó desde que está en nuestro país, pero también quería hacer extensivo ese gusto a todos los feligreses de su parroquia. Y modestamente, comenzó un servicio que se fue extendiendo a los vecinos del barrio. Era además, una manera de recaudar fondos para las numerosas obras que llevaba a cabo.
O sole mio no solo fue la marca que eligió para la pizza. El nombre de la conocida canción también lo era de la pizza especialidad de la casa: la de anchoa. En algún momento de la historia de la pizzería, Trento logró que viniera un maestro pizzero italiano para capacitar al personal que tenía a cargo la elaboración del producto. Hasta hoy se utiliza la receta de ese entonces. Cuando la actividad se volvió compleja, la administración quedó a cargo de la Fundación San Rafael, entidad que hoy día está a cargo de la dirección de las obras impulsadas por el sacerdote.
Cuando la marca y el producto se solidificaron, se intentó una presencia externa más activa, como para llegar a una mayor cantidad de clientes. Fue así que alquilaron una vieja casita ubicada en la esquina de Cruz del Defensor y López Moreira. La reacondicionaron, instalaron hornos especiales y funcionó como un restaurante cualquiera. No duró mucho en el lugar. Pero en ese sitio, poco después y aprovechando los cambios introducidos en el inmueble nació No me Olvides, un restaurante de mucho éxito que poco a poco convirtió a esa zona en nuevo polo gastronómico. Mientras tanto, O sole mio, volvió a la parroquia donde contaba con buenas instalaciones.
Con su nueva ubicación, bueno está ahí desde hace un año, dio un salto monumental. Es majestuoso. Uno se transporta a las Ruinas Jesuíticas, el estilo arquitectónico, el color y la forma y naturaleza de los materiales, las numerosas pinturas nos ubican en el lugar. Pero eso no es todo, el techo está sostenido por inmensos troncos de árboles que actúan como columnas y las arañas de iluminación fueron armadas y diseñadas a partir de raíces retorcidas. Nos contaron que esos elementos naturales de construcción se obtuvieron tras el paso de una tormenta por el predio que la Fundación tiene en Itá, donde funciona un retiro para personas enfermas.
Las mesas y sillas, así como los otros mobiliarios del local tienen un estilo rústico fabricados en madera, producto quizá de la misma u otras tormentas. También existen imágenes religiosas que evocan igualmente a las Reducciones Jesuíticas. La capacidad del local es para más de 100 personas y cuenta con un pequeño escenario, que se utiliza para actos culturales. En fin, se trata de una ambientación totalmente diferente a la que uno podría encontrar en cualquier otra pizzería o local de gastronomía. La sola observación del luagar ya amerita una visita.
Lo recaudado en la pizzería se destina a las obras de la clínica. Por eso lo de su lema. Pero más que caridad uno allí se da el gusto. Su versión de pizza con anchoas, se mantiene exquisita e invariable a través del tiempo. Lo decimos con conocimiento de causa. Porque el ser vecinos facilitaba el hecho de que lo mantuviéramos entre los ineludibles de cada tanto. Tiene casi todas las variedades de pizzas, por lo menos las más tradicionales.
Pero han cambiado de nombre. Solo el O sole mio se salvó de las modificaciones que se introdujeron en el menú. La pizza que lleva tomate natural, queso mozarella y orégano se llama San Ignacio Guazú. Mbororé, lleva salsa de tomate natural, queso mozarela, cebolla, morrones, tomates en cubo, albahaca y orégano. Bandeirante lleva los tres primeros ingredientes anteriores a más de jamón picado, aceitunas verdes, morrones, huevo duro, choclo y orégano.
Hay cerca de 30 variedades con nombres tales como San Roque González de Santa Cruz y compañeros mártires, Padre Doménico Zipoli (el músico de las Reducciones), Padre Ruiz de Montoya, Cristo Rey y nombres de casi todos los pueblos que abarcaban las Reducciones Jesuíticas. También ofrecen otros productos como pizzetas, focaccia y calzones. Hacen pizzas medianas y grandes, las primeras tienen un precio que no exceden los 55 mil guaraníes y las segundas no pasan de 65 mil guaraníes. Solo abren en horario nocturno.
Son precios notoriamente moderados para no decir reducidos comparando las cotizaciones del mercado local. Considerando que lo recaudado se destina a ayudar al sostenimiento de la Clínica San Rafael habría que apelar no sólo a la caridad sino también al hambre de los comensales, ya que dicho centro médico es único en el país no solamente por su fin (asistir a enfermos terminales) sino por su complejidad y calidad. Y se requiere algo más que la venta de pizzas para sostenerlo. Por eso, nos atrevemos a hacer un llamado. O Sole Mio, no solo es una buena causa. Es un hermoso lugar y una buena pizza.