Las expresiones de Sarita Garofalo suenan muy tajantes. Es necesario contextualizarlas para una mejor comprensión. Se refiere a la rivalidad que existe entre los cocineros, a la ignorancia que aflora muchas veces. Al amiguismo que conspira contra el desarrollo profesional y también a las viejas rencillas que vienen desde la época de su mamá, Doña Clara Benza de Garofalo. Si bien lleva 35 años ininterrumpidos en televisión, ella no se considera una “mediática”. Y dice que más bien está retrayéndose. “Estoy un poco argel”, dice para justificarse.
Coincidimos con Sarita en un evento gastronómico, después de mucho tiempo. Y aprovechamos la oportunidad para agendar una cita a la que accedió inmediatamente. Después de realizar un repaso a su actual labor profesional (será tema de otra nota) Sarita se refirió al panorama gastronómico. “Me estoy asustando un poco”, nos dice de entrada y agrega a continuación “hay una rivalidad, hay una competencia desleal” y concluye “entonces yo me quedo nomás acá adentro, comunico lo que tengo que comunicar”.
Hay una rivalidad, hay una competencia desleal.
Y siguió así. “Por mi edad, a veces digo que no quiero ser parte de esta farándula mediática y tan básica que hay. Como que me estoy retrayendo un poco. Tal vez no sea bueno, pero me cansé de la ignorancia que hay, de esa guerra entre cocineros que critican y a lo mejor nunca vieron un libro, porque no saben cómo se hace la comida paraguaya. Llegamos a un momento en que me hartó tanto la mentira, dicen que son los primeros y después averiguas que son cosas pagadas, digitadas por algún capitalista que necesita nombre porque va abrir un restaurante. Me cansé de esa parte, veo muy light este asunto y dije: me junto con la gente que quiere hacer algo bien, pero no me meto en esto. Estoy un poco argel”.
“Los cocineros somos un poco ego, pero se habla mal y los chicos están todos desorientados. Porque son adictos a la tecnología y absorben todo. No tienen cultura gastronómica como para que puedan realizar un discernimiento. Hay gente que está diciendo cosas que no son tan exactas ni son ciertas, estamos muy sobrevaluados todos. Por eso nunca he hablado mal de un colega, pondero o critico la cocina. No descalifico a nadie”.
Me cansé de la ignorancia que hay, de esa guerra entre cocineros que critican y a lo mejor nunca vieron un libro…
“Los chicos no saben dónde están parados y tienen que hacer pasantías. Y todos quieren ir con las estrellitas o donde creen que pueden aprender más. Y de repente mandamos a lugares donde no podemos tener un control. Tuve un alumno que le puso nervioso al gran chef de un conocido restaurante que le tiró un pescado congelado. Hasta eso hemos pasado. Yo, de un pasante, tengo que cuidar a qué hora sale, qué pasa dentro del restaurante, es tremenda esta responsabilidad. Tenes que estar como esas mamás antiguas pensando mal de todo el mundo. Entonces yo tengo que estar cuidando física, moral e intelectualmente a mis pasantes y a veces esos restaurantes se enojan y te descalifican”.
“Acá todo es amiguismo, oportunismo o hay un miedo porque la gente no sabe mucho de cocina o no se lo deja al que puede molestar, eso me llama la atención. Es una pena porque debería estar mejor nuestra cocina. Hay un montón de gente que dice que va al exterior y no se va, dice que se va. Hay demasiadas mentiras”.
Hay un montón de gente que dice que va al exterior y no se va, dice que se va. Hay demasiadas mentiras.
“Yo no distingo entre mis hijos y mis alumnos. Cuando se le toca a uno de ellos es igual que se le toque a mi familia. No me gusta que a mis chicos por motivo de celos profesionales y de envidia, tengan que llegarle comentarios que no tienen por qué soportar estoicamente porque yo le digo no te metas, no contestes. A veces el silencio es la mejor respuesta”. Se refiere a la pequeña polémica que surgió en las redes sociales cuando se criticó erróneamente a un cocinero que presentó en CNN unas recetas de comidas típicas paraguayas.
“No estoy resentida ni nada, pero voy a hacer una crítica. Se conformó una asociación de chef. No sé si se convocó ni a quiénes se convocó, pero no se llamó a nadie que esté cerca del Centro Garofalo ni a nadie que tenga relación conmigo. A mí luego no me convocan ni para ser jurado de un so’o-josopy, con el respeto que me merece este plato, pero soy jurado internacional para todo el mundo. Esto parece digitado, la presidenta no es chef es panadera y ahí te das cuenta cómo anda nuestra gastronomía, pero yo me quedo nomás en el molde porque estas cosas no se están manejando bien”.
Sarita se queja del destrato que a veces sufre. Más aun considerando su edad, su físico y sus pergaminos profesionales. Y menciona que no es solamente de ahora. Así recuerda la siguiente anécdota.”En la primera edición Paladar (2015) me invitaron para una charla, yo me había levantado de la cama con una gripe, porque soy muy alérgica. Me fui con mi hijo Giovanni, tenía que hablar a las 18.00, pero las conferencias anteriores se atrasaron llegó las 21:00 y tuve que retirarme a instancias de mi hijo que no soportaba lo que yo estaba pasando. Estas cosas me obligaron a tomar una postura. Si me necesitan estoy, pero no soy jueguito de nadie”.
Si me necesitan estoy, pero no soy jueguito de nadie.
“Cuando ocurren estas cosas rememoro lo que le pasó a mi madre. Tuvo también muchos detractores y se retiró, no quiso saber nada, no se animó. Procuró pero no pudo, tuvo demasiados escraches. Ella trajo de Bélgica el profesorado de arte culinario que funcionó unos cuantos años y suspendimos porque las personas que en ese entonces enseñaban pensaron que se les iba a sacar el puchero, que se les iba a desautorizar, pero era para elevar el nivel de la profesión. Se iban a dictar cursos gratis. Pero le trataron de ladrona en los diarios”.
Sarita mencionó también que doña Clara fue nombrada por el ministerio de Educación y Culto como una especie de coordinadora o moderadora de los cursos de cocina que se dictaban y en esa ocasión también sufrió escraches. “Rosa Benegas y Deyma de Kerling fueron las que más daño le hicieron”. Ese fue el momento en que Sarita decidió meterse de lleno en la cocina. “Mamá no quería que yo pase lo que ella estaba pasando, por eso estudié Historia del Arte, pero le veía tan mal que decidí meterme, y por suerte porque o sino me hubiera muerto de hambre”.
“Cuando veo que se lastima gratis o se miente, pienso: cuántos años más tenemos que pasar por esas mentiras por esas burlas. Para todos sale el sol, en vez de trabajar juntos. Yo no me siento capaz de tratar de solucionar esta situación en que se encuentra nuestra gastronomía. Tampoco soy tan importante como para unir y reunir. Julio Fernández me pidió para organizar aquí un sábado una reunión entre los cocineros. Ese día una neumonía no me dejó salir del hospital y avisé que no podía venir. Se pelearon todos. Felizmente yo no estaba”.