Un viaje desde el Sorocabana al Asu Coffee Fest

8 agosto, 2016
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Una vista del día de la inauguración, poco después de la apertura. Extraoficialmente, se supo que alrededor de 1.500 personas pagaron sus entradas en los dos días del festival realizado en Textilia.

Se dieron el lujo de poner el cartelito de “no hay más entradas”. Algo inaudito para el necesitado ambiente gastronómico local. Así fue anoche el cierre del Asu Coffee Fest. Sin casi darnos cuenta la cultura del café creció a pasos agigantados en los últimos años. Y al volver la vista atrás, vemos que allá por la década del 60, del siglo pasado, comienza la historia -por lo menos la conocida- de las cafeterías de Asunción, con un local que la “rompía”, se llamaba: Sorocabana.

Fue todo un éxito de público, el Asu Coffee Fest realizado el último fin de semana en Textilia. Sorprendió a propios y extraños. Había que hacer colas para tomar café. Casi rebasó la capacidad de organización, pero tuvieron el tino de no permitir más ingresos del que ya había. No importó que faltaran a la cita grandes protagonistas (Café Martínez, Havanna, Café Valdez, etc). La multitudinaria concurrencia basta para decir que esta primera experiencia fue como un gol de media cancha.

¿Dónde nació este repentino auge desmesurado por el consumo del café?. Imposible saberlo porque todavía está en pleno proceso de desarrollo. Sólo el transcurso del tiempo definirá si se trata de una moda pasajera o de una costumbre que vino para quedarse con estos síntomas de fiebre. Esta curiosidad nos movió a escarbar en la historia para tratar de encontrar dónde está la punta del ovillo.

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En el stand de Melitta los fanáticos del café pudieron disfrutar del latteart. El Asu Coffe Fest fue una primera experiencia que dejó satisfechos a organizadores, expositores y público en general.

Así fue que llegamos a la década del 60, del siglo pasado. En la calle Independencia Nacional casi Mariscal Estigarribia estaba ubicado el Sorocabana. Una cafetería emblemática, era la única y en su época tan o más concurrida que el Lido Bar. Allí se reunía la pléyade de la población asuncena, para informarse – en aquel tiempo no había medios modernos de comunicación- para hacer negocios, chismosear e incluso para conspirar contra el Dictador.

El local era un típico salón comercial ubicado al costado de lo que era la Ferretería Americana, hoy absorbida por la Nueva Americana. Era oscuro, desde la vereda no se lograba ver el fondo, el humo de los cigarrillos y el vapor que expedían las famosas y enormes cafeteras italianas oscurecían la tímida luz de los fluorescentes. Allí el café corría como agua. No recordamos si había sillas en el interior, pero sí una larga barra. Todo aquel que pasaba por el centro tenía que hacer una parada obligatoria en el Sorocabana.

Esa cafetería nació realmente en la esquina de Palma y 14 de mayo y terminó sus días en Independencia Nacional y Presidente Franco. Declinó cuando falleció su propietario. Y se cerró sin pena ni gloria, después de muchos años de vigencia. Pero fue la única primera gran cafetería de la que se tiene memoria. Muchos de sus habitúes están todavía con vida.

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Las máquinas de Dolce Gosto podían adquirirse a precios rebajados y con diseños personalizados a cargo del artista Edu Vargo.

Después vinieron varios locales que no eran cafeterías propiamente, sino que entre sus ofertas incluían el servicio de café. Tal es el caso de La Bolsa (antiguo nombre de El Bolsi), Capri (Palma entre Alberdi y 14 de Mayo), La Fontana Di Trevi (Palma entre 14 de Mayo y 15 de Agosto), Da Vinci (Estrella esq. O´Leary) y San Marcos (Alberdi esq. Oliva). A excepción de El Bolsi, todos eran propiedad de la familia Pappalardo. Cuando murió Virginia (la abuela del chef Pablo Pappalardo) el alma mater gastronómico de la familia, ese imperio declinó y al llegar la crisis económica de 1995 los locales se fueron vendiendo.

Antes, casi a fines de la década de los 80 se registra también el nacimiento de Cambá, que nació como cafetería en la Galería Santa Catalina, en Palma esq. O´Leary y hoy se convirtió en una confitería con varios locales. Otro local, nacido en la misma época y perteneciente también a la familia Leoz es Sugar, que es una heladería, confitería y también cafetería pero como un servicio adicional no como naturaleza del negocio. A fines de los 70 y comienzos de los 80, se anota también la Cafetería City (Nuestra Señora de la Asunción y Humaitá) donde está el hotel del mismo nombre y Yasyreta, en la planta baja del Hotel Guaraní, que posteriormente se convirtió en restaurante.

Después del Sorocobana, la primera cafetería-cafetería que se habilitó en Asunción fue el Café do Ponto que se ubicó en el Patio de Comidas del Mariscal López Shopping, en año 1996. Vera y Claudio Gurian trajeron la franquicia de dicha marca, hasta hoy una de las más importantes del Brasil. Allí uno podía servirse café de las más diversas procedencias geográficas, en distintos estilos y eran muy apreciados sus productos saborizados y aromatizados que también se vendían en paquetes para llevar.

Fueron los pioneros en la ampliación de la cultura del café. Eran unos adelantados a su época y recién hoy se puede valorar el camino que abrieron. Tuvieron problemas con la provisión de café desde el Brasil lo que sumado a la burocracia de la Aduana local hizo que no pudieron resistir hasta hoy, de lo contrario hubieran estado en la cresta de la ola. Dejaron el importante local que tenían en el Shopping Mariscal López y se quedaron con las sucursales del Shopping del Sol y del Mall Excelsior, pero ya con otro nombre Sabores del Café, pues no habían renovado la franquicia.

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La embajada de Colombia patrocinó el evento. Ofrecía también degustación de dulces típicos de ese país.

Interín, Margarita Sandoval creó, allá por el 2.000 una marca ícono: El Café Literario (Mariscal Estigarribia casi Caballero), la primera cafetería temática del país, sede de charlas, conferencias, exposiciones y paso obligado para la intelectualidad paraguaya.  En el 2004, hizo su aparición sobre el terreno de juego Havanna Café, franquicia argentina traída por la empresa Bright Star que habilitó su primer local en España y Pitiantuta. Habilitó otras cuatro sucursales pero su local de Senador Long y Lillo inició en nuestra ciudad el concepto de que las cafeterías también necesitaban de un gran escenario y se hizo de una sede amplia, cómoda y elegante.

Poco después, llegó Bonafide, otra gran marca argentina, que no llegó a cuajar en el ambiente pero que aún sobrevive. Entre medio, iban surgiendo innúmeras propuestas locales, que no estaban bajo el paraguas de una gran marca, pero que iban diversificando las ofertas. Y en respuesta, a la importación de modelos extranjeros, hace siete años nace otro hijo dilecto de la cafetería nacional: El Café de Acá, un modelo de cómo debe manejarse el concepto de un negocio gastronómico y su implementación posterior.

 

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Colas para tomar café, por derecha e izquierda. Felizmente, en los stands de tragos (Alacarta) y cerveza (Sajonia) no había tanta aglomeración de personas.

Un poco más cerca de los tiempos actuales, en el 2012 desembarca otra franquicia argentina, Café Martínez, ya con la seguridad de que el boom gastronómico que se estaba operando abría una ancha puerta para las nuevas propuestas. Hace poco se sumaron Café Valdez y el año pasado la primera franquicia americana The Coffe Bean & Tea Leaf, en la esquina de Charles De Gaulle y Quesada.

Y terminamos este recorrido nuevamente en el Asu Coffee Fest, una primera experiencia que deja un agradable sabor en la boca y con la expectativa de querer saber cómo será la segunda edición ante el conocimiento de que existe un mercado ávido de experimentar las nuevas sensaciones que todavía desconocemos que pueda brindar el café.

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