Los productores de vino siempre están desarrollando nuevas técnicas en el cultivo de las uvas para ver si así mejoran el producto. Así es que, lo plantan en lo alto de las montañas o en el llano, en las laderas de los montes o en el valle, con vistas al sol de la mañana o de la tarde, con cultivos orgánicos y biodinámicos, con regadíos computarizados, con cosecha a mano, etc. En fin, hay diversas modalidades. Pero esta no la teníamos: ponerle música clásica a las viñas para afinar su néctar.
Esto es lo que ocurre, en el viñedo DeMorgenzon, ubicado cerca de Stellenbosch, la capital sudafricana del vino y vecina a Ciudad del Cabo. Día y noche 18 altavoces riegan con música barroca y clásica una parte del cultivo, según nos lo hace saber un despacho de la agencia francesa de noticias (AFP), que entrevistó a Carl van der Merwe, director del viñedo DeMorgenzon.
Según Van der Merwe solo ponen música barroca y clásica porque ambos estilos tienen ritmos matemáticos y se ha demostrado que las ondas sonoras tienen un efecto positivo. Por lo tanto, esta práctica no es tanto por la música que se escucha sino por las ondas. Los declives del terreno donde está asentada la viña, forman como anfiteatros naturales lo que hace que la música se propague fácilmente por el lugar.
La música de Bach y de Mozart puede escucharse en las 55 hectáreas del viñedo pero es más intensa y regular en las cuatro hectáreas donde se realiza este experimento. Allí se ha descubierto que el crecimiento de las uvas es más lento y regular. “La uva syrah que viene de aquí es muy difrerente de la producida en otros puntos de la propiedad. Tiene un sabor más pronunciado, taninos más suaves y tiende a dar un nivel de alcohol un poco más bajo. El resultado es un vino más equilibrado, más accesible”, dijo Van der Merwe a la AFP.
Esta modalidad de “regar” los viñedos con música clásica no es exclusivo de la bodega sudafricana. En la Toscana italiana en Paridiso de Frassina a 5 kilómetros de Moltalcino, también se cultivan las uvas al son de la música de Mozart y allí se está llevando a cabo una investigación científica acerca de la influencia de la música en la producción de vinos, a cargo de dos universidades.
En Sudáfrica, el vino obtenido con este método musical se ha mezclado con el resto de la producción, pero la bodega DeMorgenzon prevé realizar una cosecha especial. Una vez en las barricas, el vino se deja fermentar con música de Albinoni, Bach, Couperin, Haendel, Haydn, Lully, Mozart y Rameau. «El vino es un ser vivo, con muchas bacterias, y el propio proceso de fermentación se lleva a cabo con organismos vivos», dice Carl van der Merwe.
DeMorgenzon es propiedad de Wendy y Harry Appelbaum, una pareja sudafricana, ambos aficionados a la música clásica. Harry es un experto y ha estudiado los efectos positivos de la música clásica sobre la forma de vida naturales, incluídos los bebes en el útero y la producción de verduras y leche de vaca. Ya en 2009, decidieron ponerle música a sus viñedos. Fue él quién decidió introducir el concepto con el cultivo de la uva, así como los procesos de vinificación y maduración del vino.
DeMorgenzon se especializa en la producción de vino blanco, chenin y chardonnay, pero también produce vino tinto, syrah y pinot noir. Son de gama alta y media, y se venden entre 7 y 23 dólares, la botella. Exportan a Europa y Estados Unidos, a un precio de entre 10 y 20 euros la botella.