Augusto Aponte es un personaje polifacético. Es muy conocido en el ambiente gastronómico. Se codea con propietarios y administradores de bares y restaurantes, pero también está cerca de los chefs, cocineros y ayudantes de cocina. En sus ratos libres pone al día y administra un sitio web que entre otras cosas tiene una excelente guía de locales gastronómicos. Y por si acaso no le resulta ninguna de estas actividades es instructor de aeróbica.
Aponte es el director comercial de la empresa que en nuestro medio comercializa el Sistema de Administración Gastronómica Aloha, uno de los más conocidos en el mundo entero y el más vendido probablemente en el país. Se trata de un sistema informático que sirve para administrar, gerenciar, y costear un local gastronómico.
Por otro lado, actualmente es uno de los cocineros del Restaurante Mburicaó, y si bien no es un cocinero con estudios especializados, durante sus largos años de residencia en los Estados Unidos aprendió no sólo el manejo sino el negocio gastronómico pues estuvo gerenciando servicios gastronómicos, uno de los cuales se encargaba del catering para el Pentágono y el Capitolio.
En su faceta de informático, creó el sitio web asuguia.com, que entre otras cosas tiene uno de los índices más completos de restaurantes y servicios gastronómicos de la ciudad. Y en su otra faceta, Aponte también es instructor en aeróbica habiendo recibido una certificación de Beto Pérez, bailarín y coreógrafo colombo-estadounidense que creó el programa de acondicionamiento físico Zumba, tan de moda actualmente en nuestro país.
Aponte fue egresado de la segunda promoción de programadores de computadoras de la Universidad Católica y es analista de sistemas. Como se trataba de mano de obra especializada inmediatamente consiguió trabajo en nuestro país pero allá por el año 2.000 perdió su empleo y deambuló durante un año tratando de conseguir un puesto donde pudiera equiparar el sueldo que estaba ganando.
Así fue que tomó la determinación de viajar a los Estados Unidos con la esperanza de encontrar un trabajo donde ganara igual a lo que estaba ganando aquí. “Me tiré a una piscina que no sabía que profundidad tenia”, dijo recordando las peripecias que tuvo que pasar en el gran país del norte.
“Hice de todo, lave cubiertos, lave baños. Mi primer trabajo fue un delivery con un paraguayo”. No hablaba inglés pero entendía lo que le decían porque como sucede con muchos profesionales que estudian con textos en inglés comprenden el idioma pero no manejan la conversación.
“Caí en la cocina por accidente”, rememora. Un chef uruguayo le preguntó un día si conocía a alguien que trabajaba en la cocina. Pagaban 15 dólares la hora. “Se cagó de risa cuando le dije que yo sabía de cocina. Entonces le dije que si me pagaba 2 dólares más por hora yo iría a trabajar”.
“Empecé en Mc Donalds haciendo hamburguesas, limpiando, rotando en todas las secciones. Al mes me sacaron de la cocina y me pusieron en el lobby. Tres meses trabaje allí, hasta que un sudaca que trabaja allí me ofreció trabajo en un Playhouse. Hacía pizza, ensaladas y Chicken Wings, me pagaba 2 dólares más la hora”.
“A los dos meses fui jefe de cocina, después pase a un fast food llamado Roy Rodgers, y trabajé allí durante ocho años. En el 2004 era supervisor , a los seis meses me quedé como gerente”. Tomó varios cursos cortos de cocina y así fue progresando hasta que llegó a ser gerente de cocina en la Universidad de Defensa de Wasington DC.
Las mismas personas que lo contrataron, lo emplearon también los sábados y domingos en horas extras para atender un servicio de catering que tenía capacidad para atender hasta 3.000 personas. Preparaban platos típicos de cada país para atender a las constantes delegaciones que llegaban. En menos de un año, le ofrecieron ser chef de cocina y hasta ganó premios como mejor empleado del año.
“No soy ningún artista de la cocina, no tengo título, no tengo escuela, pero conozco la técnica y creo que tengo una predisposición especial para cocinar”, reconoce aponte. Llegó a ser gerente de operaciones de una empresa que hacía servicios de catering, entre cuyos clientes se encontraban el Capitolio y el Pentágono.
Durante su permanencia en los Estados Unidos le sorprendió la muerte de sus padres y siempre pensaba en regresar. Sin embargo, por problema de documentación no podía abandonar los EE.UU, porque no iba a poder reingresar. Pero finalmente volvió a nuestro país en la Semana Santa del 2012. Extrañaba a los miembros de su familia y decidió probar suerte en Paraguay.
Su idea era abrir un negocio para la venta de pollo frito en Asunción, pero justo en esos momentos se había anunciado el desembarco de la multinacional Kenctucky Fried Chicken, que se concretó en estos días. Desistió de la idea y entonces comenzó a buscar trabajo en el rubro que lo apasionaba y donde había adquirido tanta experiencia en EE.UU.
“Me fui a dos entrevistas, pero no podía creer los salarios que me ofrecían, eran muy bajos”, nos comenta. Decide recurrir entonces a su otra profesión: la de informático y la unió a su gran conocimiento de la gastronomía. Retomó con la firma World Tech una vieja actividad que había desarrollo antes de su viaje.
En el año 1.997, Atilio Valiente, entonces propietario de El Bolsi, decidió adquirir el sistema informático gastronómico ALOHA. Fue el primer restaurante que lo tuvo en el país, un sistema computarizado táctil e intuitivo que servía para administrar todos los servicios. Los memoriosos recordarán cómo las antiguas mozas de la barra de El Bolsi, recurrían a una pantalla y anotaban los pedidos y pedían la cuenta pulsando con los dedos.
En esa época, ese sistema adquirido por Valiente en el extranjero, no tenía un servicio técnico y Augusto Aponte a través de la firma World Tech fue contratado para tal efecto. World Tech se hizo posteriormente representante de Aloha en Paraguay, así que cuando volvió encajó como anillo al dedo. Hoy es el encargado comercial de la firma y atiende con exclusividad a los grandes clientes.
Aloha, es el sistema informático para administración de negocios gastronómicos más vendido en el país. Tiene aproximadamente el 30% del mercado, según nos informa Aponte. “La gente cree que la inversión en informática dentro de un negocio gastronómico es un gasto. El sistema no es barato, pero tampoco es caro si se compara el costo con el beneficio”, nos dice.
Dicho sistema actualmente está adaptado a las más modernas tecnologías como el uso de móviles y tablets para realizar los más diversos servicios en un restaurante, ya sea en la parte de pedidos, comandas y facturación, mediante conexiones via internet. El uso de este sistema puede verse con gran amplitud en los locales de TGI´Fridays, y el uso de las tablets fue incorporado por el nuevo Austria.
Aponte que conoce al dedillo el negocio gastronómico desde el interior, sabe exactamente que es lo que se debe controlar y cómo en los gastos de la cocina y eso le facilita asesorar a los clientes que buscan en la informática un programa sólido que le ayude a administrar bien cualquier proyecto del ramo.
Así fue que nuestro entrevistado comenzó nuevamente a ganarse la vida en nuestro país, desempolvando su viejo título de la Universidad Católica, pero como que la pasión de la cocina estira más encontró la oportunidad para emplearse en el Restaurante Mburicaó y negoció para que tuviera tiempo libre por las mañanas para dedicarse a vender Aloha. Por eso es que es informático de día y cocinero de noche.