La gastronomía paraguaya en auge desde hace algún tiempo atrajo ya a muchos y diversos tipos de inversionistas, paraguayos y extranjeros. También sedujo a nuestro Campeonísimo, al buque insignia del tenis nacional, al Deportista del Siglo: Víctor Pecci. Si bien no se trata de un restaurante temático está proyectado en clave de tenis. Es cómo uno de aquellos potentes saques de Víctor. Hay que ver si convierte en un ace.
De entrada nomas, el logotipo del Restaurante Victorino es una pelotita de tenis y su slogan es comida de un saque. Al ingresar al local hay un pequeño salón reúne trofeos, medallas, recortes de periódicos, fotografías, raquetas y otros tipos de objetos que nos recuerdan la carrera de quién fue el mejor tenista de todos los tiempos en nuestro país.
La carta tiene un diseño que imita las demarcaciones de una cancha de tenis. Las líneas de fondo, el cuadro de saque y las paralelas. El Primer Set, son las entradas, el Segundo Set, los platos de fondo y el Tercer Set, los postres. En las entradas brilla la Picada Victorino: trozos de picaña al ajo, sopa paraguaya, chipa guazú y mandioca frita.
Entre los platos de fondo figura uno con el nombre de Roland Garros, el torneo al que Pecci llegó a la final allá por 1979 y que perdió ante el sueco Bjorn Borg. Se trata de unos medallones de lomito grillado, con una salsa elaborada con la reducción de finas hierbas, mostaza de Dijon y crema de leche, acompañado de papas fritas y una ensalada verde con nueces.
Enseguida se dieron cuenta que faltaban los otros torneos del grand slam y tuvieron que inventar platos como Wimbledon, una milanesa de surubí con mandioca frita y salsa tártara, en atención a que una de las comidas mas conocidas de Gran Bretaña es el Fish and Chip. Para el Australian Open, se decidieron por el camarón pistola y para el US Open por una Hamburguesa con Papas Fritas. Y ahí paramos con las alusiones al tenis.
Victorino se habilitó en junio del 2013. Pedro Ruger, amigo y socio de Pecci en el emprendimiento nos contó que hace tiempo tenía entre manos un proyecto gastronómico. “El local nos encontró”, dijo al comentar que el dueño del terreno jugaba padel con Víctor y cómo sabía de las intenciones de Pedro, un día coincidieron, y el plan se puso en marcha.
Está ubicado sobre la Avenida Santa Teresa casi Aviadores del Chaco, en el lugar donde antes estaba La Trattoría de Tony. “Cambiamos la arquitectura, – acota Pedro – no queríamos que la gente sintiera que estaba entrando al mismo lugar”. Las paredes se pintaron en colores claros y en algunos puntos quedaron con ladrillos a la vista.
Se habilitó una hermosa terraza al aire libre donde uno al levantar la cabeza se ve rodeado de todos lados por torres de lujosos departamentos que convierten al lugar en un pequeño oasis para disfrutar de cielo abierto.
La decoración es sencilla pero refinada. Las mesas en el salón son bastante amplias, todas tienen manteles de distintos diseños, las sillas son todas iguales pero los tapizados son diferentes, amplios espejos en las paredes dan la sensación de mayor amplitud y unas coquetas lámparas marroquíes dan un toque de distinción y colorido a los distintos ambientes. Los espacios son cómodos, nada está recargado.
El restaurante tiene capacidad para 110 personas; 65 en los salones y 45 afuera. Cuenta con un salón privado con capacidad máxima para 20 personas. Atiende de lunes a sábado de 12 a 14:30 y de 19:00 a las 01:00. El costo promedio por persona es de 100.000 guaraníes. “Tratamos de hacer un restaurante amigable con el ambiente, clasificamos la basura, usamos focos de bajo consumo y tenemos una rampa de acceso para las personas con capacidades disminuidas”.
En cuanto a la comida, Pedro indicó que quisieron entrar a competir en el mercado con buenos precios de comidas y bebidas. “Nosotros primero fuimos consumidores y por eso no recargamos tanto en el precio del vino. Odiábamos eso”, expresó.
“Desde el primer momento quisimos diferenciarnos, introducir platos pensando en los extranjeros sobre todo por la proximidad que tenemos con varios hoteles. Tenemos carne vacuna, pescados, pollos, pastas y pizza, siete opciones de cada uno. Incluimos algunos platos típicos como el guisado Victorino, sopa, chipa guazú”.
“Queríamos una identidad propia, una cocina con sabores de productos de temporadas y de productores locales, ingredientes sencillos pero comida bien elaborada. No tenemos frutos de mar porque no queremos depender de un solo proveedor. No usamos alcauciles ni langostas porque no hay producción local y todo lo verde nos proveen desde una granja de Itá”.
Victorino ya tuvo que cambiar de chef y ahora está a la cabeza Carlos Recalde. El objetivo es cocinar sencillo, elaborado y sofisticado. “Aquí elaboramos desde el pan hasta el postre. La comida es el corazón del restaurante, hay que cocinar con amor, lo importante es desarrollar los sabores y que los clientes quieran saber como lo hicimos”, dice Pedro entusiasmado.
“Esto es un negocio presencial, Víctor viene a menudo y se interesa, yo estoy aquí todo el día así como la esposa de Víctor”. Los responsables de Victorino están en todos los detalles. Cuidan hasta de la musicalización “porque es una especie de cortina entre las mesas”. El local no tiene pantallas de televisión, “queremos que la gente coma, converse, disfrute”.
Una especial atención mereció la bodega. La sommelier chilena Mariela Castro fue contratada para elaborar la carta. Es cómo un pequeño libro donde se describen las características de cada cepa. La mayoría de los vinos pertenecen a bodegas boutique de Argentina y Chile preferentemente. Los mejores productos del mercado tienen allí un lugar y la clientela prefiere los Luigi Bosca y los Navarro Correa.