No fue su fundador, pero fue quién le dio su tradicional estilo y personalidad que lo convirtieron es una verdadera institución, una especie de patrimonio de la gastronomía, de la bohemia y de la cultura asuncena. Por sus mesas pasaron ilustres políticos, poetas y artistas casi todos atraídos por la hospitalidad y la calidad humana y profesional de Don Francisco Knapps, quién por ventura dejó hijos que ya tomaron la posta, para mantener esa reliquia.
Don Francisco falleció el pasado sábado a la noche y sus restos fueron enterrados esta mañana, ya cerca del mediodía, en el cementerio internacional de La Recoleta. Tenía 88 años y desde el año 1.947 estuvo detrás del mostrador del bar San Roque. Le sobreviven su esposa Lidia y sus cuatro hijos Carlos, Francisco, Guillermo y Ricardo. “Murió en paz” nos dijo Francisco (h) cuando quisimos indagar las causas de su fallecimiento.
Nació el 9 de marzo de 1.927 y a los 20 años luego de cumplir con el servicio militar obligatorio junto a su padre, el ciudadano alemán Alois Knapps deciden encarar el negocio, en plena revolución del 47. Dos años después Francisco se casó con Lidia Huber.
Casi hasta sus últimos días, Don Francisco solía concurrir al San Roque para cumplir tareas a destajo, ubicarse detrás del mostrador, al lado de la caja. Su presencia era como un detalle imprescindible en la composición del lugar. A veces se limitaba solamente a leer los diarios. Siempre risueño, atendía gentilmente a propios y extraños. Fue testigo privilegiado de la historia política y cultural de la ciudad.
Los principales responsables del bar son actualmente Ricardo Knapps y su esposa Katy aunque son varios los miembros de la familia los que están involucrados en el negocio.
El San Roque se fundó entre los años 1.899 y 1.900 y pasó por manos de varios propietarios y estilos de negocio hasta que Francisco Knapps y su padre decidieron hacerse con el local para instalar un bar. Esta historia está magníficamente detallada en una nota que publicamos en octubre del 2.013 y cuya lectura recomendamos.
La esquina de Eligio Ayala y Tacuary fue el centro neurálgico de la ciudad de antaño. El San Roque ubicado a una cuadra de la estación del ferrocarril y de la terminal de ómnibus que representaban las cuadras aledañas a la Plaza Uruguaya, estaba situado casi en el centro de un hervidero de personas que diariamente llegaban a la ciudad o salían de ella.
El San Roque comenzó sirviendo milanesas, bife a caballo, ensaladas de lechuga y tomate, y empanadas de carne y de huevo. Cuando Don Francisco se casó con Lidia Huber incorporó en el menú una serie de ofertas de comidas típicas paraguayas. Y así fue perfilando los detalles que después caracterizaron la personalidad del restaurante. Un local antiguo, cuya historia siempre buscó mantenerse, una gastronomía internacional, con énfasis en la comida típica, como el soyo, sopa paraguaya, chipa guazú y puchero. Posteriormente, aparecieron los platos de la gastronomía alemana.
El restaurante volverá a abrir sus puertas el día martes 13 de octubre, porque estuvo cerrado por duelo, los días anteriores.