Así se define ella. Nosotros creemos que más bien es un rara avis. Es sommelier profesional, pero es muy polifacética. Llegó al mundo del vino casi de rebote. Ni siquiera le gustaba beberlo. Confiesa que fue un amor a primera vista. Es muy joven. Apenas tiene 31 años, pero dice que su vida no le alcanzará para recorrer todos los viñedos que quisiera. Es disruptiva (¿¿¿promueve maridajes de ostras con vino tinto???). Y es muy emprendedora, creó un Wine Garden y produjo los primeros alfajores de vino.
Sandra Verza es licenciada en Administración de Empresas por la Universidad Columbia; Asesora de Imagen Personal por Garbo Imagen de Uruguay; Maquilladora Social formada en la Academia SK e hizo cursos de Etiqueta y Protocolo con Auda Royg y finalmente es sommelier recibida en la Academia Argentina de Vino, de la ciudad de Buenos Aires. Es sobrina de Crispín Rafael Verza, que tenía una zurda de oro, que brilló vistiendo la camiseta de Olimpia allá por los años 70.
Volvamos con Sandra. Trabajó varios años en Banco Familiar, en la parte de Tesorería, Cuentas Corrientes y Pago a proveedores, pero no se veía “haciendo eso toda la vida”. Creo su propio negocio. Se llamaba Bella Ragazza Accesorios, pero cerró al poco tiempo y se quedó “sin el pan y sin la torta”. Cuando asistía a los cursos de protocolo que dictaba Auda Royg, la veía y pensaba: “cuando sea grande quiero ser como ella”. Pero como ya no tenía pan ni torta se preguntó: “Por qué tengo que esperar a ser más grande”. Y ahí nomás empezó.
Creó una marca en Instagram y dictó su primer curso de etiqueta y protocolo. Tuvo suerte desde el primer día, ella dice que tiene don para la enseñanza y comenta que su mamá es docente. Se sentía bien haciendo eso, dominaba el protocolo y como es sumamente curiosa trataba de informarse sobre lo que le interesaba. Y como hablar de etiqueta y protocolo, en parte es hablar de cómo utilizar las copas, como servir el vino, descubrió que no sabía mucho de esta bebida. Tomaba poco casi no le gustaba.
Descubrió que no tenía bien desarrollada la parte ácida y amarga del paladar y comprendió porque algunas cosas no le sabían bien. Hizo un curso de introducción al vino con el sommelier cubano Yosner Silva y se enamoró a primera vista. Del vino, no del profesor. Era un complemento para su curso de etiqueta y protocolo, pero decidió adentrase en el estudio de esta bebida. Decidió ir a Buenos Aires para hacer un curso en la Academia Argentina del Vino. Estuvo tres meses, tres horas por día estudiando en ese lugar y aprovechó para asistir a gran cantidad de catas y maridajes. Cuando se inició la pandemia terminó su curso vía on line.
Dejó de lado la etiqueta y fuera de todo protocolo comenzó a realizar catas, organizar cenas maridajes y dictar cursos sobre vino. Asegura que tiene un gran conocimiento de las bodegas argentinas, sobre todo, las de Mendoza y Salta. También de las regiones vitivinícolas del Brasil y recientemente regresó de Tarija, Bolivia, donde estuvo visitando las zonas productoras. De sus visitas a Mendoza trajo la idea de producir alfajores de vino y de la bodega Miolo del Brasil, copió la idea de un Wine Garden.
Recientemente sobre la calle Chaco Boreal casi Capitán de Mendoza, a una cuadra y media de Mariscal López Sandra inauguró su propio Wine Garden, “un paraíso para los amantes del vino”. Un paraíso también para ella porque allí concentró todas las ideas que quería desarrollar y las actividades que tiene que cumplir. Este local tiene una tienda donde se pueden comprar todo tipo de accesorios y regalos para los wine lovers, con una marca propia, con productos como labiales con sabor a vino y camisetas alusivas. Tiene una cava con 350 etiquetas de diferentes países que se pueden consumir en el lugar, por copas o botellas. Cuenta con salas donde Sandra dicta sus cursos sobre el vino y finalmente funciona allí un bistró de miércoles a sábado desde las 18:00 horas, que tiene un servicio gastronómico, donde destacan las pizzas, tapas, ensaladas, canapés con caviar, hamburguesas gourmets, picadas y otros platos sencillos especiales para maridar.
Algo muy llamativo es la barra de tragos con cócteles que se preparan en base a vinos, como el Margarita Rosé. También los hay con espumantes, blancos y tintos que combinan con distintos sabores, uvas, frutillas, arándanos. Todos con recetas de Sandra que como sommelier conoce el uso de las distintas bebidas alcohólicas y además hizo un curso de coctelería. Otra novedad es el Glühwein, o vino caliente que se prepara con vino tinto con ingredientes añadidos como té, canela, clavo de olor, cáscaras de limón y anís estrellado. Es un vino infusionado.
El Wine Garden tiene decoración “inspirada en la Toscana italiana”, utilizaron barriles como mesa, muebles de madera con un estilo rústico, en el entorno hay mucho corcho, botellas de vino y mucha vegetación. “Es un sitio ameno” comenta Sandra.
Los alfajores de Malbec son todo un capítulo aparte. La idea como lo decíamos más arriba trajo de Mendoza y como aquí nadie tuvo la iniciativa, ella decidió incursionar en la materia y creó Verza Alfajores. Se trata de un producto elaborado con masa convencional de vainilla que en su interior lleva una jalea de vino Malbec que para que se contenga en el interior está rodeada de una crema especial que lleva vino, por lo tanto, contiene alcohol. El baño exterior de chocolate se hace con un cacao al 70%.
La idea es de Sandra, pero la realización de un repostero con quién se asoció. Ahora tiene en mente elaborar alfajores con Cabernet Sauvignon y con vinos blancos. El alfajor tiene un tamaño más grande que los normales, pero no es económico. Cuesta 18 mil guaraníes “pero se vende como pan caliente”. Tienen servicio de delivery, pero el proyecto es que se puedan vender también en otros locales a más del Wine Garden. Tienen una producción limitada de 180 alfajores por semana, y hasta el momento “no recibimos ningún comentario negativo”.
Ella se define como un lobo solitario, porque es muy independiente y perfeccionista. Dice que se ahorra mucho disgusto haciendo ella misma las cosas, de acuerdo con sus gustos, le resulta más fácil. Porque no tolera errores. Pero ahora está aprendiendo a delegar. Tiene un look clásico pero extravagante como ella misma se describe. “Va desde mi cabello y como me visto”, dice. Esa extravagancia también se extiende a como entiende el mundo del vino. “Conozco los tabúes y estoy dispuesta a derribarlos”, asegura.
Las cenas que organiza y los maridajes que propone son un ejemplo: Sushi con vino tinto, peces de mar con vino tinto y ostras con vino tinto. Explica: “Los taninos del vino chocan con los sabores metálicos de los peces hacen que sean amargos, pero, si le pones los condimentos adecuados se equilibran. Agrego otros elementos que van a maridar con el vino y ahí se produce la armonía”. Y agrega: “Hay reglas de maridaje que se deben respetar, pero yo siempre me aventuro en ir probando”. También propone catas de espumantes con chocolate o champagne con chocolate y espumantes con postres. “Para innovar, yo hago nomás, no doy demasiadas vueltas”.
Se basa en el criterio de que el paladar es una suma de experiencias, que debe ser disciplinado. “Cada cuatro años el paladar va cambiando, va evolucionando, no te gusta más lo que te gustaba, tenés que ir probando. Por ejemplo, para los niños es más fácil aceptar lo dulce y lo salado. Pero das un brócoli y no te aceptan. La parte amarga del paladar con la práctica se desarrolla”. Fue lo que ella tuvo que hacer cuando ingresó de lleno al mundo del vino. “Nunca imagine que me iba a gustar tanto. Ahora para mi la etiqueta es un complemento y mi carrera principal es la de sommelier. Tengo una vida por delante, pero no me va a alcanzar para conocer todos viñedos.
¿Los viñedos de que país te gustaría conocer ahora?
Los de China, no tengo ni idea de cómo son. Me gustaría probar vinos chinos.