La otra historia, no contada de Barrabar

11 septiembre, 2020
Ademir y su señora Francisca. Fueron los creadores y dueños iniciales de Barrabar. Tuvieron que vender su parte por una Orden Superior.

Ademir (70) y su señora Francisca (69). Fueron los creadores y dueños iniciales de Barrabar. Tuvieron que vender su parte por una Orden Superior. Se radicaron en el Brasil, donde viven con una hija. Un hijo vive en Paraguay. Nos contaron la verdadera historia de la marca que ahora reapareció con un local en el barrio Las Mercedes.

La hamburguesería Barrabar, la marca y el producto, fueron creados por un brasileño. En 1984, por Orden Superior le prohibieron seguir abriendo el local. Tuvo que vender su parte al socio que tenía y por temor viajó al Brasil con su familia. En 1995 volvió al país y puso una churrasquería. Retornó luego de dos años a su país natal y hoy día vive, retirado, en la ciudad de Curitiba. Y todavía no sabe por qué fue víctima de aquella medida. Su señora nos confesó que la fórmula de la hamburguesa que tanto furor causó en su momento, tiene origen centroamericano.

Ademir Castro de Souza y Francisca Benítez conversaron con nosotros a través de una video llamada y nos contaron la parte de la historia de Barrabar que ellos protagonizaron. La marca está siendo explotada actualmente por el socio de Ademir, Rubén Maciel, cuyo hijo Sergio junto a Anahí Benítez Fiorio habilitaron un local en el barrio Las Mercedes, en donde tratan de reverdecer los viejos laureles cosechados por la marca.

El “Rapai” como le conocían llegó con 20 años a Paraguay y se casó con Francisca quien tenía 19. Ambos trabajaban en Galerías Guaraní. Ademir era guía de turistas pero su sueño siempre fue poner un puesto de venta de comidas. Cuando declinó el flujo de extranjeros decidió instalar un carrito sobre la avenida Aviadores del Chaco casi San Martín, frente al Bosque de Los Indianos, un restaurante que estaba de moda. Sería frente a la estación de servicio que existe actualmente.

Su puesto se llamaba inicialmente El Paso, pero como el carrito era muy pequeño,  Ademir mandó construir uno de cinco metros de largo con un fabricante de Ypacaraí. “Le pagué 200.000 guaraníes y luego 20.000 guaraníes en cuotas”, recuerda.  En ese momento, cambió el nombre y registró el de Barrabar. Le iba muy bien, trabajaban él y su señora. El primer empleado que tuvo fue Eduardo Ojeda, el actual dirigente sindical, líder de la Corriente Sindical Clasista.

El local era muy concurrido. Los fines de semana vendían 5.000 hamburguesas. Allí era un punto obligado de encuentra de la juventud asuncena de la época.

El local era muy concurrido. Los fines de semana vendían 5.000 hamburguesas. Allí era un punto obligado de encuentro de la juventud asuncena de la época.

Cuando el carrito de Barrabar comenzó a tomar auge apareció Rubén Maciel, quien administraba varios hoteles en el centro de la ciudad y se conocía con Ademir por la promoción que este hacía con los turistas. “Le llevaba pasajeros”, nos dice. Quería crecer pero no tenía los medios, se asociaron en partes iguales y alquilaron el terreno ubicado en la esquina de Bruselas y San Martín. Allí comenzó a desbordar el negocio, fue un punto obligado de encuentro de la juventud asuncena y de la sociedad en general. “El que se encargó de cortar la cinta en la inauguración fue Conrado Pappalardo”, recuerda Ademir, en referencia al ex Jefe de Protocolo de la Presidencia de la República, durante el régimen de Stroessner.

Cultivó muchos amigos y se relacionó con varios personajes ilustres de la época y no pocas autoridades de aquel entonces. Le iba muy bien, incluso compraron el inmueble de esa esquina y en el fondo de la propiedad instaló una recordada casita de madera de estilo alemán a dos aguas, donde se vendían exclusivamente panchos, con once salsas diferentes. Esa construcción fue el stand que presentó la Cervecería Munich en una edición de la Expo en Mariano Roque Alonso y ganó ese año el primer premio al mejor expositor. “Le pregunté al señor Riquelme, que era entonces el presidente de la UIP, qué iba a hacer con esa casita y le pedí instalar en el fondo de Barrabar. El aceptó y allí vendíamos exclusivamente Munich y fuimos los primeros en ofrecer cervecitas en lata de esa marca”, nos dice Ademir.

“Conocí a mucha gente importante, de ahí que la señora Margarita Bendlin, me ofreció su propiedad en Palma y Alberdi  (actualmente es una tienda de Martel) y puse un local de Barrabar, pero sólo para la venta de panchos. Allí inauguramos el sistema de auto service. El día de la inauguración dimos gratis 1000 panchos. Yo estaba patrocinado por Ochsi y Coca Cola. Me iba bien con el negocio. Vendías 5000 hamburguesas, los fines de semana. Imagínate que yo ganaba 7000 guaraníes mensuales cuando trabajaba en Galerías Guaraníes y yo sacaba 2.000.000 de guaraníes libre cada mes”.

Todo marchaba viento en popa, hasta que en 1984, un buen día, su socio le transmitió la orden de que ya no podía abrir el Barrabar. No sabía de dónde provenía la orden, ni quién la había dado y mientras dudaba si cumplir o no, sus amigos y colaboradores cercanos le instaron a cumplir la medida. Ni sus relaciones ni los “copetudos” que fueron clientes lograron desentrañar el entuerto. Incluso recurrió a la representación diplomática de su país y allí también le aconsejaron obedecer.

Se trataba de una Orden Superior. Ademir no utilizó esta palabra, pero todos aquellos que vivieron en época de la dictadura entienden de qué se trata. Una decisión que viene de arriba cuya razón no se podía discutir. “Yo tenía que haberme quedado a aclarar. Yo no hice nada malo”, nos dijo el rapai. Pero en ese entonces, le convenció su esposa Francisca, tenían un hijo pequeño y una bebita de pocos años y por cuestiones de seguridad decidieron ir a vivir al Brasil. Ademir le vendió su parte a su socio Rubén Maciel, y partió rumbo a su país, estuvo en Foz y luego fue a Curitiba.

Conrado Pappalardo y señora asistieron a la inauguración de Barrabar. Era el jefe de ceremonial de la Presidencia de la República, durante el régimen de Stroessner.

Conrado Pappalardo y señora asistieron a la inauguración de Barrabar. Era el jefe de ceremonial de la Presidencia de la República, durante el régimen de Stroessner. (Fotos gentileza)

Hasta ahora no sabe lo que realmente pasó. Pero la experiencia le marcó para toda la vida. Se quedó con el sabor amargo en la boca. “A mí me gustaba Paraguay, me iba bien y me gustaba mi trabajo. Era mi sueño y tenía planes para expandir el negocio. La gente me quería. Fue lo más importante que yo hice en la vida” recuerda. Ahora vive retirado en la ciudad de Curitiba, llegó a tener una estación de servicio en Foz de Iguazú y en 1995 volvió a Paraguay y puso una churrasquería en sociedad con otra persona.

EL SECRETO DE LA HAMBURGUESA

Barrabar se hizo famoso por su hamburguesa. Fue una de las primeras propuestas en la ciudad y de la producción se encargaba Francisca, la esposa de Ademir, quien aprendió los rudimentos de la cocina gracias a su abuela cuyos antecedentes gastronómicos se remontan a que ella participaba de la cocina del Centre Catalá. Francisca también recibió el adiestramiento de una compañera centroamericana de Galerías Guaraní, quien le transmitió los conocimientos de cocina que tenía.

Un día Francisca le preguntó si sabía hacer hamburguesas y había sido que sí. Le enseñó la preparación de la carne pero sobre todo de una salsa blanca, cuyo secreto no quiso revelarnos pero que fue parte del éxito del producto. Recordaba ella que siempre compraban carne molida de primera y al comienzo tenían que usar manos para mezclar la carne. Eran kilos y kilos por lo que adquirieron una mezcladora. En este punto de la conversación intervino Ademir para comentar que el pan de la hamburguesa era elaborado en la panadería La Americanita (Cerro Corá entre México y Paraguarí). “Pedí que me hagan un pan para hamburguesas de solo 40 gramos. Era un pan de leche” expresó y explicó que de esa manera los consumidores podían comer más de una hamburguesa, por lo liviano del pan.

Después de la ida de Ademir y su señora, Barrabar siguió funcionando. Quedó Rubén Maciel junto a una cocinera que había aprendido la mecánica de producción. Pero «la receta original quedó en poder de nuestra familia», nos asegura Francisca. No logramos precisar cuánto tiempo más logró sobrevivir el local. Lo cierto es que recientemente la marca reapareció con un local en el barrio Las Mercedes.  Y nos evoca aquel recuerdo del Barrabar de antes, en el que fue decisiva la participación de Ademir y su esposa.

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