El local tiene las puertas abiertas. Podría decirse que desde la calle se divisa todo el interior. Recurrió a las famosas silla cable pero con un diseño que los hace más cómodas de lo que habitualmente son.
El local tiene las puertas abiertas. Podría decirse que desde la calle se divisa todo el interior. Recurrió a las famosas silla cable pero con un diseño que los hace más cómodas de lo que habitualmente son.
El local tiene las puertas abiertas. Podría decirse que desde la calle se divisa todo el interior. Recurrió a las famosas silla cable pero con un diseño que los hace más cómodas de lo que habitualmente son.


Lo de la oveja negra no es por mal comportamiento. Aclaremos. Sólo que se sale de los moldes. En una zona identificada con restaurantes de alta gama con locales pitucos y relucientes, ella es como una cueva. Mientras los otros trabajan a puertas cerradas y en muchos casos con exigencia de reservas, La Lucille es totalmente abierta. Uno, desde afuera parece que está adentro y estando adentro es como si estuviera en la calle. Pero ese, es apenas uno de los aspectos en los que está contracorriente.

Se instaló en la esquina de Cruz del Chaco y López Moreira. Allí había una pequeña vivienda, oscura, bajo un inmenso mangal por el que apenas se escurría la luz del alumbrado público. Ahí La Lucille asentó su guarida. Derribó todos los muros, salvo los necesarios para mantener la estructura. Dejó paredes a medio terminar e hizo desaparecer los reboques. Tiene una onda medio retro industrial o ñembo reciclaje. Nada que ver con los murales y las paredes finamente terminadas de sus vecinos.

Pero no hay que dejarse engañar. El lugar transpira tranquilidad. No hay luces de neón. Sólo luz cálida. Ni bien uno se apoltrona en una de las sillas cable del local, de interesante diseño exclusivo, comienza a invadir los oídos una música que no es habitual. De tanto en tanto, La Lucille mete unos brochazos, marcando la armonía, estableciendo el ritmo. Es que allí, solo se escucha blues y jazz, otro dato que justifica la negritud de nuestra oveja. Y desde mañana y hasta fin de año tendrá actuaciones en vivo con diferentes grupos y artistas.

Ignacio y Melisa curten la onda. Por eso le imprimieron a La Lucille esa personalidad, pero además querían tener un lugar lindo, tranquilo, donde picar y tomar. Todo eso junto. Es la explicación corta del por qué abrieron el bar. La explicación larga es que La Lucille trata de ser todo lo que London Calling no pudo. Cerrado hace tres años, Ignacio y Meli tardaron dos años y medio en dar vida al proyecto que en principio buscaba dar continuidad a aquel local que estaba ubicado sobre la avenida España y que tanto atrapó al público joven en aquel entonces.

La barra. Uno de los fuertes de La Lucille es la coctelería.
La barra. Uno de los fuertes de La Lucille es la coctelería. Apostaron a muchos tragos clásicos y los que más toma la gente. Pero a todos le imprimeron un giro para darle un toque personal.

Pero, la burocracia de las exigencias municipales, en primer lugar y luego las idas y venidas que tuvieron para definir el proyecto incidieron en el retraso. Un viaje que hizo la pareja a Buenos Aires fue decisivo. Allí recorrieron todos los bares de moda y entraron en contacto con lo más granado de la coctelería de vanguardia. Al volver, no quisieron saber más nada de reflotar London Calling, Ignacio enchufó con el jazz y el blues, quería hacer algo que estuviera a la altura. “Si no lo hacemos así nos estrellamos”, le dijo a Meli.

Resumiendo: La Lucille es un bar no un restaurante, con una arquitectura diferente, donde pasan música de cierto estilo muy especial que poco se escucha en otros lados, en el que sirven picadas, personales o para compartir y se pueden tomar unos buenos y grandes tragos. “Nos entusiasmó la idea de saber que en el barrio estaban mandando los restaurantes y nosotros estábamos haciendo un bar, con precios más accesibles, sin platos de fondo solo picadas para acompañar tragos. Estábamos seguros que no queríamos un lugar para comer, llenarte y retirarte, sino uno donde pasar el tiempo, escuchar música, comer y tomar algo diferente”, dice Ignacio a manera de explicación.

La Lucille tiene una carta gastronómica muy corta y sencilla, pero según comentan fue lo más difícil. Primero habían recurrido a André Magon para elaborarla, pero implicaba mucho conocimiento de técnicas y encontrar al cocinero que pudiera aplicarlo era una tarea utópica y a Magon ya no le daba el tiempo para estar capacitándolo. Ignacio, que no es cocinero profesional, consideraba sin embargo, que tenía muchas habilidades mezclando ingredientes y comenzó a probar cosas en El Baqueano, una sandwichería que había abierto en el Food Park Mburucuya y donde le iba muy bien aplicando sus conocimientos.

La sangría, un trago sencillo y tradicional. Muy conocido. Pero le dieron un toque de sabor que lo convierte en algo totalmente diferente pero sin que pierda su esencia.
La sangría, un trago sencillo y tradicional. Muy conocido. Pero le dieron un toque de sabor que lo convierte en algo totalmente diferente pero sin que pierda su esencia.

Mientras hablábamos, Meli se sirve unas batatas bañadas en miel especiada, que muestra un pequeño detalle con el que quieren dar un sabor diferente a un plato común. Lo mismo ocurre con  las papas rústicas acompañadas de una crema de jalapeño. Ni que decir de las bruschetas que combinan un salmón con guacamole; cerdo ahumado con mermelada de peras al malbec o el  bruscheton de estación que lleva mango asado, jamón serrano y queso crema. O un bife coygua servido en una cazuela. Y la cazuela de carne al catupiry con pesto de albahaca. Pero lo más solicitado es el ceviche. “Lo común y sencillo es muy reproducible y terminan muriendo; las copias y hasta las ideas originales. Para nosotros era hacer algo completamente diferente y que no se pierda. Que se te quede en la mente el concepto”, dice Ignacio.

No hay propuestas de platos de fondo, nada de tenedor y cuchillo. Pero la idea es tener días especiales con invitados a lo largo del año. “Me gustaría que venga André a cocinar. Tengo amigos que son cocineros amateurs. La intención es meter platos pero como especiales de la casa. Casi todos los platos los desarrollamos en versión picada. Por ejemplo, estamos por sacar un risotto con shitake, en porciones de 100 gramos como para darte el gusto, para picar o para compartir. La propuesta es que la gente venga a compartir, el momento, la mesa, la conversación que haya un ping pong de comidas, de cervezas y de tragos”.

Y hablando de tragos. La coctelería que proponen fue todo un proceso. Ignacio y Meli se tomaron hasta el agua de los floreros recorriendo los bares de Asunción y conociendo a todos los bartenders del ambiente. En dos años y medio que duró el proceso de gestación de La Lucille se les armó una ensalada en la cabeza pero llegaron a la siguiente conclusión: “Vamos a hacer los tragos clásicos, los que el cliente conoce y toma porque no fallan” y entre esos mencionan el aperol, el gin tonic, el negroni. También decidieron no usar más licuadoras por los que los tragos frozen quedaron al margen. Igualmente los daiquiris. “No queremos enseñar a la gente a comer ni a tomar pero quiero imprimirle a mis propuestas un toque nuestro para que sientan la diferencia”, nos decían.

Tomar un trago sencillo, tradicional. Y darle un sabor y un toque personalizado. Ese es el principio cardinal de la coctelería del local. Y la muestra más palpable es la sangría que preparan. Lleva vino, jugo de piña, jugo de naranja, caña Fortín de coco y un sirope de vainilla. El resultado es sorprendente y deberían comprobarlo. Mientras lo saboreábamos, La Lucille arremetía con enérgica tristeza y nos llegaba desde los parlantes del local. Y volviendo a la sangría, no en vano es la bebida que más piden en el lugar. Otro de los fuertes son los gin tonic. La casa tiene sus sugerencias con combinaciones especiales, como el Coltrane’s: gin a eleccion, ginger ale, syrup de jengibre y romero. Pero el cliente puede armar su trago a gusto, combinando los ingredientes. A Meli le gustan los tragos dulzones y a Ignacio los de mayor tenor alcohólico, así combinando sus gustos lograron trazar una carta bien variada.

Una visión desde adentro. Sus propietarios Ignacio y Meli Canillas querían un local totalmente abierto. con una onda retro industrial.
Una visión desde adentro. Sus propietarios Ignacio y Meli Canillas querían un local totalmente abierto. con una onda retro industrial.

Incluso hay algunos que son pintorezcos, como el trago Napoleón, que no es otra cosa que el acrónimo de NAranja, POmelo y LEON (caña tres leones) una bebida inventada por un amigo que trabaja en las estancias del Chaco, donde por lo general no hay lugar para combinaciones mixólogicas más edificantes. Reinterpretaron esa idea combinando zumo de naranja, syrup de pomelo y caña paraguaya añejada 8 Años. Y crearon La Vie En Rose que lleva zumo de pomelo, gin y almibar de Campari. Y esa es la tónica que imprimieron a la carta de tragos.

Una cosa particular es que todos los tragos tienen una medida estándar y se sirven en grandes copas similares a las que se usan para el vino tinto. Salvo claro está, los tragos que exigen que se sirvan en vasos cortos como el negroni, el pisco, etc. No tienen Martini ni copas de Martini. Es que, según nos explicaron con el auge de la coctelería se encarecieron los precios de los tragos y ocurre que “a veces la bebida es tan rica pero no te da tiempo para disfrutar”. A los pocos minutos se acaba el contenido y habría que tener resto en la billetera para seguir. “Llegué al colmo de preguntar en que servían los tragos para saber si lo pedía o no”, nos comenta Ignacio. Y agrega “como consumidor me pasa que tomo un trago de 70 mil guaraníes y es frustrante lo breve que es, no poder disfrutar porque se evapora muy rápido, además con el trago no queres tomar uno queres tomar dos o tres”. Por eso en La Lucille los tragos son más largos que lo normal. Tienen también una larga lista de cervezas para cuya exploración ya no nos dio el tiempo y mucho menos el tanque de combustible.

El bar tiene una capacidad para 40 personas sentadas y que sea tan chiquitito da para que se pueda brindar al cliente una atención personalizada. Se habilitó al público, hace aproximadamente un mes. Está abierto solo por la noche a partir de las 20:00 los días miércoles, jueves, viernes y sábado.

Ah, nos olvidamos de decirles que La Lucille, es el nombre que B.B King dio a sus guitarras y de ahí Ignacio y Meli lo tomaron para designar a su nuevo local.

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