A los 92 años falleció el sábado pasado Juan Rigoberto Ramírez López, el creador y propietario del recordado restaurante Hermitage. Fue el que revolucionó el negocio de los restaurantes shows una modalidad que tras su decadencia nunca tuvo una recuperación a pesar de la añoranza que crean. El Hermitage innovó con la construcción de un local que, por primera vez, en el país, se construyó con el fin de ser un escenario y un salón comedor. La edificación sigue en pie tal cual como testimonio de un pasado de esplendor.
Don Rigoberto fue un dinámico empresario gastronómico. Allá por el año 1965 y como parte del cobro de una deuda, se hizo cargo del restaurante Hermitage que estaba ubicado sobre la calle Yegros en las inmediaciones del Diario ABC Color. Allí levantó el negocio y ya lo convirtió en un local gastronómico que presentaba importantes shows de reconocidos artistas.
En 1970 se mudó a un nuevo local sobre la calle 15 de agosto y Segunda y sorprendió con la construcción de un moderno edificio que hasta hoy en día mantiene una vigente y atractiva arquitectura. Se hizo famosa la imponente escalera de entrada y otros detalles que eran toda una novedad para la época. Pero, además, tenía la particularidad que fue edificado con el fin exclusivo de convertirse en un restaurante con escenario artístico.
Por primera vez un restaurante paraguayo construía un edificio para dedicarse exclusivamente para ese menester, con espacios y ambientes especiales para cocina, salón comedor, baños etc. Normalmente, los restaurantes se establecían en construcciones que servían para vivienda y las famosas parrilladas, en cualquier patio donde hubiera espacio. En 1976, otro restaurante que siguió los mismos pasos fue Talleyrand.
Hermitage fue el primer gran restaurante de la ciudad. Era el lugar donde se daban cita ineludible las familias paraguayas. Y también los artistas nacionales. Por su escenario desfilaron las principales figuras de la época. Pronto comenzó a contratar a las estrellas internacionales y la lista de los que llegaron es realmente espectacular.
Así se consolidó como el mejor restaurante shows de Asunción y el país. El modelo se extendió a otros ejemplos y así nacieron Restaurante Yguazú, El Jardín de la Cerveza, La Carreta y varios otros. Esos locales florecían porque acudían en masa los turistas que por aquel entonces visitaban nuestro país, atraídos por las compras. Don Rigoberto con su dinámica habitual aprovechó esta circunstancia para realizar acuerdos con las agencias de turismo, mediante el uso de vales. Por las noches, solía verse colas de ómnibus de turismo alrededor del local.
El Hermitage llegó a tener un staff permanente de artistas integrado por los más destacados del momento. El principal atractivo para los turistas constituía la danza de la botella. Pero los vientos cambiaron y los turistas dejaron de venir o venían por otras razones y declinó el negocio de los restaurantes shows, algunos sobrevivieron unos años, pero al final todos tuvieron que cerrarse.
El Hermitage nunca se cerró por cuestiones económicas. Pero su propietario tuvo que optar por oportunidades de mayor rendimiento y así ganó una licitación para administrar el comedor de ACEPAR que demandaba gran cantidad de esfuerzo y tiempo. Rigoberto Ramírez siguió manteniendo en actividad el Hermitage, que nunca dejó de tener shows artísticos, pero en 1987 cerró definitivamente sus puertas.
El negocio en ACEPAR resultó mucho más lucrativo para Rigoberto Ramírez quién sobrellevó esa actividad durante más de 10 años. Su idea era reabrir alguna vez el restaurante, pero nuevas oportunidades demoraron aún más la decisión. Recibió varias propuestas para reabrir el Hermitage, pero nunca quiso asociarse a nadie, ya que su eterno brazo derecho fue su esposa Andrea Alvarez. De ACEPAR, Rigoberto Ramírez pasó a explotar la cantina del campus de la Universidad Católica y la idea de reabrir el Hermitage tuvo que esperar aún más.
Y cuando el negocio gastronómico dio un salto sorprendente en la ciudad, el matrimonio propietario del Hermitage se había llamado a un merecido descanso. Doña Andrea Alvarez falleció hace tres años y ahora le llegó la hora a Don Rigoberto cuya salud ya había desmejorada desde hace algún tiempo. Le sobreviven sus hijos Ana Cristina, Sandra Raquel y Rigoberto, sobre quienes recae ahora la oportunidad de decidir sobre el futuro del local del viejo Hermitage que sigue ahí imperturbable ante el paso del tiempo, tal vez esperando que alguien venga a renovar pasadas épocas gloriosas.