Con el afán de reverdecer los viejos tiempos el restaurante Múnich permanece en su original ubicación sobre la calle Eligio Ayala entre Independencia Nacional y Yegros. Se aferra a su icónico y bien conservado local. Reapareció hace unos meses luego de permanecer cerrado durante varios años desde antes de la pandemia. A su tradicional oferta de gastronomía alemana, le suma carnes a la parrilla y comida por kilo.
El edificio podría decirse que está impecable. Su construcción data de principios del siglo XX. Cuenta con una pintura nueva y no ha sufrido casi ninguna transformación importante. Una restauración completa se realizó poco antes del año 2.000. Las ventanas del frente con sus rejas, la imponente puerta de entrada y algunas lámparas a manera de faroles que agregaron le dan el mismo aire que otrora. Al ingresar, a la derecha se encuentra el viejo mostrador de madera con su tapa de granito y donde unas luces de neón le dan el único toque de modernidad que posee el local.
A la izquierda, están los salones por donde pareciera que no ha transcurrido el tiempo salvo la nueva cara que le da la pintura. Los muebles son rústicos de madera como eran los de antes pero que fueron renovados. Volviendo a la entrada hay una segunda puerta que conduce al sector al aire libre y que aún conserva toda su antigua belleza. El patio es un pequeño espacio que era el preferido por la clientela.
Allí todavía está en pie una Santa Rita que según los datos tiene más de 100 años e incluso parece que es más vieja que la misma construcción. A su amparo se recogían los parroquianos en los días de calor, bajo su sombra en los días soleados y para disfrutar su frescura en horas de la noche. Nadie elegía los salones porque en aquel entonces no tenía aire acondicionado, solo ventiladores de techo. Claro que eso cambió con el tiempo.
Muchas cosas cambiaron con el tiempo. El Múnich tenía una numerosa clientela en sus años de apogeo. La memoria nos remonta a la década del 70 del siglo pasado. De día para la hora del almuerzo recibía a muchos funcionarios y personas que tenían actividades en el centro de la ciudad y la noche se juntaba nutridas barras de estudiantes universitarios que provenían de La Católica y de la Facultad de Derecho de la UNA que estaban en las inmediaciones. Los fines de semana concurrían las familias.
Según datos recogidos por el Departamento de Desarrollo Urbano de la Municipalidad de Asunción sus antiguos propietarios transformaron el inmueble destinado a vivienda familiar en un bier garden al estilo alemán y poco después se convirtió en restaurante Múnich, allá por el año 1920. Hoy día el predio pertenece a la familia Soljancic que decidió mantenerlo como está ahora como testimonio de la arquitectura y la cultura de la época.
Formaba parte de una curiosa trilogía de restaurantes alemanes que florecieron en el siglo pasado. Junto al Caballito Blanco, ubicado en Alberdi entre Eduardo Víctor Haedo y Fulgencio R. Moreno y el Germania situado sobre la calle Cerro Corá entre Yegros e Independencia Nacional. Eran famosos por los chops y las cervezas que servían en manijas, eran las más frescas de la ciudad. Y también por su tradicional gastronomía donde las picadas de chorizos blancos alemanes era el atractivo principal. Aparte del chucrut y las patitas de cerdo.
El transcurso del tiempo dio cuenta, primero del Caballito Blanco y luego del Germania. Múnich resistió con éxito mucho tiempo. Era el local más amplio y cómodo. Cuando la facultad de Derecho UNA se mudó a Trinidad y La Católica redujo el número de carreras que tenían su sede al costado de La Catedral, el restaurante se resintió notablemente. A lo largo de este tiempo se sucedieron en su manejo varias administraciones hasta que cerró antes de la pandemia y desde entonces se llamó a silencio.
Hasta que el año pasado apareció Julio Tellez, un joven y osado empresario gastronómico que como justificación a su iniciativa nos dijo: “Yo soy un poco loco, pero amo este rubro” y tomó junto a su familia la administración del local. No conocía el Múnich, solo tenía referencia por sus padres y una novia que estudiaba en La Católica. Cuando el Lido Bar se mudó a la vuelta del lugar en la esquina de El Paraguayo Independiente e Independencia Nacional recordó las anécdotas que le habían contado del viejo restaurante alemán y así comenzó su relación con el Múnich.
Julio Tellez tiene 28 años y ya tuvo a su cargo un bar en el barrio Los Laureles que sucumbió durante la pandemia. Sus padres Julio y Sandra Basualdo durante muchos años se dedicaron al catering industrial y su abuelo Antonio Basualdo, fue el propietario de la parrillada Acaray que estaba en la esquina de Quinta Avenida y Antequera, en la época en que dicha arteria era uno de los polos gastronómicos más importantes de la ciudad.
La parte comercial, de eventos y marketing está a cargo de Julio, de la cocina se responsabiliza su mamá que es la que tiene mayor experiencia. “Nuestro menú si bien todavía se basa en la gastronomía alemana, el fuerte de Múnich es combinar la antigua cocina del lugar con lo que era la parrillada Acaray. Servimos todos los cortes de asado, especialmente ojo de bife y tapa cuadril. Las milanesas y las marineras son especiales. Queremos darle un toque a lo pobre como el del Carioca. Todo acá se sirve muy grande. Tenemos chops y cervezas de casi todas las marcas”, nos dice a manera de resumen.
El local se abre todos los días desde las 08:00 hasta las 23:59 pero los lunes solo atienden hasta las 17:00. Los viernes y sábado el horario se extiende hasta la una de la madrugada. Al mediodía aparte de los platos a la carta tienen un servicio de comida buffet por kilo. “Nos va muy bien de día, incluso realizamos eventos. Por la noche baja el movimiento, pero se activa los jueves y viernes. Los jóvenes no conocen este lugar, es como si tuvieran miedo de entrar. Queremos atraer a los estudiantes universitarios”, nos dice finalmente Julio.