Ariel Villalba tiene dos grandes aficiones en la vida: el fútbol y la gastronomía. Es enfermo fanático de River Plate de Argentina y es gerente propietario del restaurante Mi Embajada. Que se llama así porque se considera un gran anfitrión y servicial con todos a quienes atiende. A fin de febrero, compartió una cena con un amigo, al que consideraba casi un padre. Intercambiaron platos, compartieron la copa. El amigo estaba infectado con el coronavirus. Falleció tiempo después. Ariel se contagió, se aisló, se cuidó, rezó y sobrevivió para contarlo.
El 27 de febrero, fue la fecha en que Ariel y Carlos (nombre ficticio) tuvieron la “última cena…” juntos. Por aquel entonces, la vida era normal, no había distanciamiento social y el coronavirus todavía no asomaba en el panorama local. Carlos, un empresario argentino de 69 años radicado en Paraguay, se reunió con Ariel y se saludaron con besos y abrazos. “Yo soy muy cordial, muy amiguero”, explicaría después Ariel. Terminada la cena, de nuevo los besos y abrazos y se despidieron sin sospechar absolutamente nada.
En esa época, Ariel andaba más preocupado por el dengue, con un repelente siempre a mano. Días después comenzó a sentir unos síntomas raros y el 6 de marzo, se hizo los estudios para determinar si fue víctima del Aedes Aegypti. El resultado resultó negativo, repitió el examen y vuelta a dar negativo para dengue. El 11 de marzo, cuando le estaban extrayendo la sangre para el cuarto análisis, recibió el llamado del hijo de Carlos quién le comunicó que su papá tuvo que internarse infectado con el coronavirus.
Quedó helado. Pero no tanto porque, de allí nomás se fue a la clínica. “Los enfermeros estaban asustados y luego vino un médico que por lo visto se puso todo lo que encontró, bata, guante, mascarilla y me hizo la prueba básica de atajar la respiración y ahí nomás ya comencé a toser. Me dijeron que ellos ya no tenían nada que hacer que debía llamar al Ministerio de Salud Pública para que ellos sigan mi caso”. Así lo hizo y después comenzó su calvario.
Estaba muy preocupado porque hasta ese día, compartía la cama con su mujer, llevaba a sus hijos a la escuela, vivían en familia y si se confirmaba que tenía Covid-19 podía haber contagiado a su esposa e hijos. En ese momento, decidió encerrarse en una habitación para no poner en riesgo a sus seres queridos. Ariel vive en un departamento estándar en donde comparten varias áreas comunes pero cumplió a rajatabla con el aislamiento.
Veinte días después de la infausta noticia le practicaron el test para confirmar si estaba contagiado con el coronavirus y dio positivo. Su esposa e hijos dieron negativo pero hasta ese día, Ariel vivió con el Jesús en la boca, porque su hijo Alex Fernando (15) tiene principio de asma y es alérgico, por lo tanto está entre los grupos de riesgo. Todo el tiempo estuvo confinado en su casa no tuvo necesidad de internación, en ningún momento.
“Era como una mezcla de resfrío y dengue” dijo al describir la enfermedad que le aquejaba. La fiebre que tenía la combatía con novalgina en gotas y trataba de tomar la menor cantidad de medicamentos posible, por recomendación de los propios médicos. Eso sí le dio duro al vapor de eucalipto. “Pero el mejor remedio fue la oración. Orábamos en familia, una vez a la mañana y otra a la noche. Somos muy cristianos en la familia, eso nos ayudó mucho. Fue un verdadero milagro que la familia no se haya contagiado”.
El confinamiento fue muy duro. Aunque sabía que a las personas jóvenes como él y sin una patología de base, el coronavirus no afectaba tanto, se propuso aun antes de confirmarse que estaba infectado, cumplir con las reglas de aislamiento imponiéndose voluntariamente una férrea disciplina. El momento más duro llegó cuando se enteró que su amigo había fallecido. Fue la segunda víctima mortal por coronavirus en nuestro país. Cuando días pasados recordó este hecho en un reportaje televisivo, se quebró ante las cámaras y no pudo contener las lágrimas. “Todavía estoy haciendo el duelo”, dijo al respecto.
El otro momento duró llegó el 24 de marzo. Su hija Soe Renata (9) cumplía años y no podía compartir ese momento con ella y sus familiares. Lo hizo a través de una video llamada por el celular. El en una de las habitaciones del departamento y su hija en otra, solo pared de por medio. Pero la vida le iba a dar una revancha, el 2 de abril luego de los monitoreos de rigor de parte de los funcionarios de Salud Público, se hizo un nuevo test y el resultado fue negativo para covid-19. El 6 de abril se volvió a realizar la prueba y nuevamente resultó negativo. Días después recibió el alta médico y el 10 de abril pudo festejar el cumpleaños de sus hijos Giovanni (3) y Alex Fernando que festejan el mismo día. “Fue como un canto de victoria para mí”.
Ariel es restaurantero, por eso es para nosotros es el personaje para esta nota. Pero la verdadera heroína de esta historia fue Zulma Paiva, su mujer. Zulma hizo las veces de madre, esposa, enfermera y ángel de la guarda. Cumpliendo las más estrictas medidas de seguridad sanitaria ella ingresaba a la pieza donde estaba confinado su marido, para atenderle, llevarle la comida, prepararle la medicina. Además tenía que proceder a la limpieza y desinfección de todos los objetos y lugares por donde circulaba su esposo de manera que esto no representara un peligro para ella y sus hijos. Todos los días y varias veces al día, desinfectaba los picaportes, los grifos del baño, los pasamanos, etc. Así que, no es difícil imaginar lo escrupulosa que tuvo que haber sido para dejar todo eso limpio y desinfectado permanentemente.
El “embajador” está disfrutando en estos días en compañía de su familia. Craneando como resolver el problema que se viene para la gastronomía. “Hay que buscar otro tipo de mercado, porque cuando abran los restaurantes la gente va a estar muy temerosa para concurrir. Se está pensando poner panales de acrílico para separar a las personas, van a cambiar muchas cosas. Pero esto va contra mis principios. Cuando los clientes llegan yo ya les recibo en la puerta, hago de anfitrión, no puedo recibirlos fríamente. No sé si voy a adaptarme al nuevo protocolo sanitario. De seguro que voy a ser el primer multado”.
Ariel se formó gastronómicamente en Buenos Aires, donde vivió mucho tiempo con su familia. Hace 10 años vino a Asunción para trabajar en La Trattoría de Tony, después pasó a No me Olvides, Pura Vida y terminó en Mi Embajada. Está muy bien relacionado con el mundo futbolero, periodistas y jugadores. Fanático del fútbol y del River Plate argentino. Dice que acá no tiene club, pero se lo vio jugando por Olimpia en un clásico de La Lupa, y entre sus grandes amigos están el Mono Tavarelli y Roque Santa Cruz. Y acaba de ganar el partido más importante de su vida.