Es inevitable llenarse un poco de orgullo al sostener en la mano una elegante botella de vino, con una atractiva etiqueta en cuyo impreso se detalla que es un producto de Paraguay. Más aún cuando uno lo prueba. También resulta inevitable pensar que el cada vez más prestigioso asado paraguayo ya tiene un tinto compatriota, de alta gama, con quien se puede acompañar. Es un sueño y una aventura a la vez, que ubica a nuestro país no solo como consumidor sino como productor de vinos finos.
El soñador (Sognatore) es César Giacometti, un argentino que hace 35 años vive en Paraguay, hijo de bodegueros que se propuso elaborar alguna vez vinos de alta calidad. No sabemos en qué momento exactamente le picó el bichito y comenzó a barruntar su sueño. La concreción no era fácil, necesitaba del concurso de especialistas intrépidos que estuvieran decididos a acompañarlo en esta aventura: ellos son los jóvenes enólogos argentinos Juan Catena y Germán García.
No existen muchas experiencias de elaborar vino en un país con uvas que se producen en otro. Decidieron probar a ver qué sale. Importaron uvas, de diversas variedades, de las mejores regiones vitivinícolas de Mendoza, Argentina. Vinieron en contenedores, congelados a 18 grados bajo cero, montados en camiones durante una travesía de 1.500 kilómetros. Aquí, en el Paraguay, en el límite entre Asunción y Luque montaron la Bodega Giacometti, equipada con todo lo que se necesita para una adecuada elaboración.
Juan Catena, el enólogo principal nos mostró las instalaciones, nos explicó el proceso de elaboración, nos hizo degustar el vino directamente desde el tanque y la experiencia fue muy gratificante. Probamos malbec, cabernet sauvignon, cabernet franc, pinot noir y un espumante, resultado de un blend cuya combinación no recordamos. Era como para quitarse el sombrero. Algunos incluso, estupenda expresión de varietal, sin intervención alguna, como nos gusta a nosotros.
La mayoría todavía no estaba en el punto óptimo de maduración, necesitaban todavía más tiempo en los tanques, en barricas de madera y en botella. Alcanzamos también a probar un malbec reserva, ya embotellado y listo para el despacho. Y lo que nos pasa es que tanto la degustación de la botella como la de los tanques están muy contaminadas por ese orgullo patriótico de disfrutar de un vino paraguayo de alta gama. “Esto más que nada es un hobby”, nos dice Catena explicando que hasta ahora es como si estuvieran dándose los gustos elaborando los vinos de su preferencia. Hasta que el mercado y las exigencias comerciales impongan sus reglas.
Bodega Giacometti tiene capacidad para producir unas 70.000 botellas al año. Actualmente tienen en stock unas 12 mil botellas, ocho mil están listas como para salir al mercado y las cuatro mil restantes están madurando en barricas de roble, correspondientes a una etiqueta ícono. No están saliendo aun abiertamente al mercado. Están dándose a conocer a los principales actores del mundillo local del vino: sommeliers, representantes de restaurantes, visitantes y vendedores. Venden sus botellas en la bodega ubicada cerca del CIT. Realizan visitas guiadas y también degustaciones para grupos empresariales (tienen una sala de cata, muy bien equipada).
Tienen dos líneas de vino: Amore y Sognatore. La primera solo pasa por tanques de acero inoxidable y la segunda lleva seis meses en barricas neutras. Están preparando una tercera línea: Don Vittorio, que pasará 12 meses en barricas nuevas. Todos corresponden a la producción 2018 y hay etiquetas de Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Malbec y Merlot, en todas esas líneas. Para el 2019 se agregarán otras variedades tales como el bonarda, el tempranillo, pinot noir, chardonnay, torrontés, espumante (método champenoise) y un rosado elaborado a base de malbec (85%) y merlot (15%).
Para la primera producción trajeron cuatro mil kilos de uvas de Mendoza, un poco más en una segunda tanda y ahora apuntan a traer 200 mil kilos. Pero no siempre van a recurrir a las uvas importadas. Están desarrollando plantaciones en regiones del Chaco para vinificar con uvas locales. Eso todavía es una cuestión de tiempo, hay que esperar a que las plantas den su fruto. “Hoy en día, con el conocimiento técnico que hay, se puede lograr algo bueno en zonas bastante inhóspitas. Eso sí, hay que investigar mucho, que tipo de variedad, que tipo de suelo, como afecta el clima”, explica Catena.
“El suelo del Chaco es muy fértil, el calor es muy intenso, las viñas resisten los calores fuertes y necesitan de un desierto, un terreno que se pueda manejar. En el Chaco el régimen de lluvia es menor, tiene menos humedad, más horas de sol y el suelo es franco arcilloso. No le tenemos miedo en absoluto, porque nos asesoran numerosos amigos y colegas que conocen mucho más la parte de campo. No vas a tener un malbec de estas características, será de otro estilo, hay que enfocarlo a otro tipo de vinificación, otra forma de guarda, el éxito depende de eso. Nosotros tenemos variedades que se nos han dado muy bien, capaz que en otra variedad logramos algo mucho mejor que en otras partes del mundo. Que el terroir de acá para esa variedad, sea mucho más óptimo, como le pasó a Uruguay con el tannat, como pasa en el mundo que la uva se adapta a las condiciones que tiene”.
Seguramente seguirán importando uvas aun cuando tengan producción local. Han observado que las uvas que fueron congeladas tienen una mayor capacidad de extracción de aromas y sabores logrando vinos únicos. “Queremos lograr algo distinto y que además sea bueno. El 85% lo hace la uva. El resto es cuidarlo y hacer un proceso de elaboración excelente. Acá los procesos son perfectos, se analizan constantemente los vinos y tenemos un techo para lograr hacer un buen vino. Después lo que hace que sea más o menos caro, es la marca o el volumen que uno tiene. Las 12 mil botellas que tenemos no son nada. Si viene un comprador chino y nos pide un contenedor no podríamos satisfacerlo. El año que viene, sí”.