La NASA estaba detrás de la creación de una impresora 3D de alimentos. La noticia se conoció en mayo pasado. Desde entonces se supo que varios grupos de investigación estaban trabajando en el desarrollo de un proyecto. Pero hace unos quince días desde España se presentó un modelo comercial adelantándose a las intenciones de la Agencia Aeroespacial de los Estados Unidos.
En mayo pasado una empresa de Texas (EE.UU) recibió una subvención de 125.000 dólares de la NASA para estudiar la viabilidad de una impresora de alimentos. Pero hace muy pocos días una empresa star-up española con sede en Barcelona presentó el primer modelo comercial basado en el mismo concepto.
La idea de la NASA es tratar de contar con la tecnología necesaria para que los astronautas creen su propia comida en las misiones espaciales, permitiendo conservar los alimentos hasta 30 años. Por su parte, la impresora española llamada Foodini está concebida para un uso doméstico, como un electrodoméstico más de los hogares.
En tercer lugar, está también la firma Electrolux que ha diseñado un aparato denominado ATOMIUM, algo parecido a un robot de cocina, pero que en realidad es también una impresora 3D que imprime cualquier tipo de alimentos y lo prepara listo para comer.
«En la actualidad no hay ningún modelo de impresora de comida lanzado a nivel comercial, todos se mantienen en prototipos. Deberíamos ser los primeros», explico Emilio Sepúlveda, CEO de la compañia española, a un sitio web de su país.
Las impresoras 3D de alimentos cuentan en su dispositivo con cartuchos que están cargados (en forma de polvo) de todos los nutrientes, proteínas y carbohidratos necesarios para una dieta equilibrada. La Foodini incorpora seis cápsulas o cartuchos para introducir los diferentes ingredientes. A partir de la combinación de los mismos se generan los platos.
Está especializada en la creación de postres, pastas y panes, incluso hamburguesas vegetarianas. En general, cualquier receta basada en masas o fluidos. Las primeras versiones podrían costar alrededor de 1.000 euros y empezarían a comercializarse a partir del próximo año.
Aunque los usuarios particulares son su principal nicho, teniendo en cuenta la alta cantidad de demanda que están recibiendo desde empresas de catering, los creadores de Foodini no descartan llevar el producto al ámbito profesional introduciendo impresoras 3D en los restaurantes de alta cocina.
En su funcionamiento es muy similar a una tablet, funciona con un aplicación y se puede usar desde el teléfono. El usuario podrá configurar y compartir sus propias recetas. El dispositivo cuenta con un sistema para programar la hora de preparación de la comida y también incorpora un mecanismo para mantener caliente el plato hasta el momento del consumo. Ademas permite calibrar el nivel de calorías dentro de una receta.