La Décima Edición de la Expo Vino, fue lo mismo de siempre. La misma gran cantidad de público. La misma gran cantidad de buenos vinos. El mismo éxito de siempre. Esto ya es algo reiterativo. Menos mal que beber buen vino no es aburrido. Hay que reconocer que el evento también se ha ido convirtiendo en un acontecimiento social, una cita infaltable en el calendario fashion de la noche asuncena.
Como de costumbre se vendieron todas las entradas para las dos noches. Y la concurrencia estuvo rondando las 3.000 personas y así la CAPRO, ente organizador, logra su primera satisfacción. Se festejaba los 10 años de la Expo Vino y a pesar de que hubo regalos para el público, faltó pitos y matracas, tal vez una torta, unas velitas y el feliz cumpleaños. Rodrigo Rivarola, presidente de la CAPRO se justificó diciendo no querían distraer a la asistencia de la dinámica de acercarse a los stand con actos que podrían distraer la atención.
Siempre una multitud acompaña a la Expo Vino, pero en la primera noche más que en la segunda, el público estuvo más apretado que de costumbre. Había que abrirse paso para avanzar o para llegar hasta los tablones y era difícil hacerlo copa en mano. En el mismo espacio de años pasados, se incluyó ahora las islas de gastronomía, un stand de Personal, un gigantesco panel donde exhibían los vinos puestos a degustación y algunos más que tal vez robaron espacio.
Muchas caras se repiten año tras año, pero es difícil creer que son los mismos los que van a todas las ediciones. Christian Kennedy, otro de los organizadores sostiene que hay un saludable y alentador recambio, que ellos perciben por los vinos que solicitan para degustar, por la forma que se acercan a los tablones. Además, sostiene, que alguien que ya es asiduo a la Expo Vino, conoce del tema, conoce los vinos con los que se va a encontrar y muchas veces prefiere degustarlos más cómodamente. En casa o en un restaurante.
Había vinos para todos los gustos. Menos los espumantes y champagne. Un catálogo de 270 etiquetas de las principales importadoras del país. Vinos íconos y Premium. Fuera de ese catálogo, cuyas muestran se exhibían en un inmenso panel de la Expo, las importadoras también presentaron otras etiquetas. No vamos a hacer aquí una relación de ellas. Pero sí, vamos a referir que nuestro gusto consciente nos inclinaba hacia los vinos orgánicos y biodinámicos de Emiliana; nuestro gusto afectivo hacia los Zuccardi y Robert Mondavi y nuestro gusto aventurero estuvo navegando entre tantas degustaciones primerizas que tienen que decantar con nuevas experiencias para arriesgarnos a un comentario.
Una novedad fue el servicio gastronómico. Se instalaron islas con mesas de quesos, jamones y picadas varias. Una legión de mozos se encargaba de recorrer el gran salón con una oferta de empanaditas calientes y quesadillas. Pros y contras. A favor, uno podía hacer el recorrido vinero y por el camino y de paso quedarse a probar un bocado. Sin la necesidad de ir a un salón a sentarse servirse un plato elaborado con el cual llenarse la panza. La contra radica justo en eso. Anteriormente, la oferta era pastas, carnes, arroces y también de quesos y todo lo demás. En esta edición, lo más elaborado provino del stand que montó Personal donde la gente de Kitchen Lab invitaba deliciosos bocadillos. Como sea, la Expo Vino coronó otra edición con un rotundo éxito.