La hamaca y la Luna. Cocina de autor en casa. Una invitación a salir a cenar de una forma distinta. Un menú particular. Un espacio para encontrarse, degustar y disfrutar. La promoción realizada en el Facebook era bastante atractiva y movía a la curiosidad. Así que fuimos hasta allí para realizar esa experiencia. Llegamos a una vivienda con aires bohemios. Una pareja de artistas eran los anfitriones. Fue como una cena de amigos. Lo más parecido a un restaurante fue la calidad de la cocina.
Ella es actriz y titiritera. Él es fotógrafo. Ella cocina casi nada pero se encarga del servicio. Él aprendió el oficio de cocinero durante sus años en Islandia. Los unió el arte y la afición por el buen comer. Así iniciaron esta aventura que busca mixturar gastronomía, arte y encuentro. No sólo por deporte sino también como salida laboral o rebusque. Ya sabemos que no todos pueden vivir del arte en este país.
Tessa Rivarola y Juanjo Ivaldi convirtieron su hogar en el punto de encuentro. Situado casi en los límites del barrio Mburucuyá, hacia Primer Presidente, la vivienda es un pequeño departamento, a la manera de dúplex, donde acomodaron las áreas sociales para recibir a los comensales. El garaje fue convertido en una sala de fumadores ya que el espacio es abierto. La sala comedor, el pequeño patio interior más un espacio conexo sirvieron como receptáculos para las mesas y sillas.
Estuvimos presentes 25 personas y en ocasiones anteriores habían llegado a 40. Con 25 los ambientes ya estaban casi todos ocupados así que nos imaginamos que con 40 estaban atestados. En una vivienda de pocos metros cuadrados uno no está equipado para ofrecer una cena para tantas personas en forma cotidiana. Por lo tanto, se tuvo que recurrir a mesas y sillas de alquiler a la manera de los eventos familiares.
Pero la decoración y la calidez de la ambientación compensaban esas pequeñas desprolijidades cuando uno hace una comparación con los servicios gastronómicos profesionales. La iluminación tenue y con la intensidad perfecta otorgaba al lugar una sensación de calma y tranquilidad. Por todos los rincones de la casa, la calidad de artistas de los anfitriones dejaba su impronta. Cuadros, lámparas, fotos, muebles y objetos diversos estaban puestos o arrumbados con una mano propia de quienes están acostumbrados a convivir con las artes visuales.
Tessa con la ayuda de parientes y amigos se encargaba del servicio. Su encanto y calidez personal compensaban algunos olvidos en los pedidos. Su don de gente bien educada contrastaba nítidamente con la torpeza y a veces la ordinariez con que uno a menudo se topa en muchos de los locales gastronómicos.
Lo mejor de la velada, provino de la cocina. El menú no era nada espectacular ni estridente. Hamburguesitas o sushi, como entrada y arancini como plato de fondo. De postre Brownie. Normalito. Pero al primer bocado, uno puede apreciar que los platos no estuvieron a cargo de mamá o de una hermana o pariente que tienen cierta mano para la cocina. Cómo uno podía esperar ante un ambiente casi familiar.
Con la mini hamburguesa de carne, acompañada de cebollas caramelizadas y queso camembert ya se podía apreciar que detrás estaba una mano profesional. De alguien que ya tuvo su recorrido por las cocinas. Sabores nítidos, definidos, no un mamotretito de pan y carne. Tenía ese toque que lo emparenta con las hamburguesas gourmet. El sushi era al estilo vegetariano con leve crema de maracuyá. Intenso para un bocado tan liviano. Y por último, el arancini, es decir una croqueta de arroz, con champiñones y queso sardo. Es difícil concentrar adecuadamente tanto sabor delicado en una receta, que tradicionalmente se utiliza para aprovechar lo que queda de otros platos. Solo el arancini, ya justificaba toda la experiencia. De postre uno podía optar por una torta Brownie o por nuestro tradicional dulce de mamón con queso.
De bebidas solo tenían para servir un vino tinto, por copas o por botellas, agua y los tragos de la casa. En la ocasión, los presentes también tuvieron la oportunidad de disfrutar del café Kafa, un café salvadoreño que le transporta a uno a otro nivel de apreciación de esta infusión. Sabores distintos. Disfrutar de toda esta experiencia solo costó 70 mil guaraníes por persona, sin incluir las bebidas.
Esta práctica de asistir a la cocina en casa de un chef no es nueva. Tiene ya varios años de aplicación en muchas ciudades del mundo. Incluso existen páginas en internet en donde se pueden conocer los detalles de cada evento, elegir, el lugar, el cocinero, el menú, etc. Se manejan a través de la web o de Facebook para realizar las ofertas, gestionar las reservas. Uno de esos ejemplos lo constituye el sitio web Cook App.
Juanjo aprendió a cocinar durante los cuatro años de estadía que tuvo en Islandia. Llegó a trabajar en restaurantes y se formó de manera autodidacta. “Lo que más cocinaba eran pescados, mariscos y oveja”, nos cuenta. “El menú lo elegimos con algunos bis de las cenas anteriores, los platos más pedidos y una receta que imaginamos para la ocasión”, complementa Tessa.
Todo está muy incipiente todavía, es la cuarta ocasión en que realizan el evento. Tuvieron, sin embargo, la osadía de prepararlo para una cantidad de personas, que es difícil de manejar si los espacios son pequeños y no nos imaginamos o mejor nos imaginamos las peripecias que debe pasar Juanjo considerando lo pequeña que debe ser su cocina a juzgar por el tenor de la vivienda. Aun así, la experiencia puede calificarse de Disfrutable.
“Todavía no podemos hacer todo lo que imaginamos respecto a la propuesta artística en las noches de la hamaca y la Luna, y sin embargo, los retornos que tuvimos de la gente han sido de esos que hacen que sigamos jugándonos”, nos comenta Tessa.
Juanjo y Tessa se conocieron a inicios del 2015. “Él fue a ver una obra mía y como siempre anda cámara en mano, hizo fotos y eso dio lugar a siguientes charlas. Volvió a otra obra ya con el objetivo de hacer la fotografía. Luego llegó mi cumpleaños y una amiga en común nos contó de un primo que había sido cocinero en Islandia y nos propuso que probemos sus tapas. En esa ocasión, la cocina de la casa fue por primera vez habitada por los olores y sabores de este cocinero. Y… Bueno… Creo que en mi caso el amor entró por la cocina. Desde entonces nos volvimos inseparables”, continúa.
¿Por qué el nombre de hamaca y luna?
Cuando algún comensal nos hace la pregunta acerca del nombre solemos responder que eso no se cuenta y habilitamos lugar a la risa, la complicidad, la adivinanza y la libre interpretación. La cosa es así, en la casa, hay hamacas en el patio y la verdad que pasamos mucho tiempo ahí mirando la Luna. El nombre refiere al espacio y a la invitación para la distensión. Y tiene también sus historias más secretas. Je je.